TODOS los viajes tienen destinos secretos sobre los que el pasaje nada sabe. Dicho así, el Cantábrico se prepara para vivir una intrigante aventura a lo largo de un mes de septiembre en el que se anuncian veinte cruceros de costa. Más allá de las llamadas mareas vivas de este mes cualquiera se atrevería, con semejante tráfico, a hablar de un mar de bonanza, una balsa de aceite o de un mar espejo. Se anuncia un alboroto morrocotudo, tan alto jaleo que incluso en la bahía de La Concha temen que lleguen las olas a su célebre regata y cambién el son de la palada.
Los cruceros y sus misterios, esa hermandad de la que tanto se ha hablado en la literatura o en el cine; esa leyenda que tanto se agigantó en la primera mitad del siglo XX, cuando el viaje por mar era todo un signo de distinción. Hoy en día las cubiertas no está pobladas de sombreros de panamá o de pamelas, las bodegas no van cargadas de baúles de viaje forrados de cuero, los comedores rara vez exigen esmoquin o traje de gala para la cena. Sin embargo, el crucero sigue envuelto en una aureola de magia. Basta con ver los dos primeros cruceros de las dos decenas que llegan a Bilbao: el Disney Dream de la compañía Disney, con 339 metros de eslora y capacidad para 4.000 pasajeros y hoy mismo el MSC Fantasía de MSC. Como alguien dijo, viajar te deja sin palabras y después te convierte en un narrador de historias.