HAY páginas de periódico como esta en las que oscurece pronto, páginas en las que se hace de noche. Da un nosequé detenerse en ellas porque no se vislumbra un horizonte claro y ni tan siquiera se encuentra la puerta de salida. Noches cerradas como la boca de un lobo, que se decía antaño. Eso es lo que tantas veces ocurre en ese peligroso callejón en que se convierte la vida digital, un universo por el que transcurre una significada parte de nuestras vidas. Parecemos condenados a convertirnos en personajes de ciencia ficción, los seres-pantalla, abocados a una serie de riesgos incluso cuando nos creemos a refugio en nuestros hogares. ¿Dónde y cuándo nos sentiremos tranquilos? ¡Quién sabe!
¿Cuántos inocentes han volado o volarán en pedazos, sin comerla ni beberla, en la última guerra digital? La asociación Stop Violencia de Género Digital compareció ayer en las Juntas Generales de Bizkaia par alzar la voz y denunciar ese peligro silencioso: la evolución al alza de las violencias de género digital, aquellas que se producen a través de Internet, redes sociales o cualquier otro medio digital, aquellas en las que se camuflan los cobardes y sus satánicas intenciones.
Oímos ahora cómo el obispo de Bilbao concede una dispensas para comer carne en Cuaresma a quienes mañana se van a reunir alrededor de una puchera de alubias, allá en la Sociedad Bilbaina. Y al riego de esta noticia, ligada con lo que arriba les dije, surge otro pensamiento. Algunas autoridades, muchas religiosas y otras no tanto, acostumbran a nombrar el Apocalipsis, pero más práctico sería que citaran a los telediarios, boletines de radio o páginas de periódico, que son más actuales y dicen más o menos lo mismo.
Ha advertido esta gente de Stop que en Internet nos falta luz y damos armas a personas que nos quieren hacer daño, porque damos todo tipo de información personal que no daríamos a un amigo del alma. Es de noche.