SON testimonio del nuevo mundo que nos rodea, prueba fehaciente de que se han cambiado los estilos de vida, las formas de relación, las necesidades propias del día a día. Son modelos de edificación y urbanización acordes con los ritmos del siglo XXI, levantados donde antaño todo lo ocupaba un estilo funcional y hosco, sin lujos ni adornos. En cuestión de estilos, puede decirse que se ha pasado del mundo férreo al universo Ferrari, de la supervivencia monda y lironda al confort en su justa medida.
La metamorfosis se ha producido poco a poco por toda Bizkaia. En un rincón de allí, en una esquina de acá. Unos apartamentos donde antes había máquinas fresadoras y hornos de fundición, unos jardines por donde antes pasaban unos raíles o el tren de lavado, qué sé yo. No ha sido todo un derrepente sino un goteo. Y en medio de ese paso a paso acaban de aparecer dos promociones galanas, muy atractivas para los tiempos que corren. Una en la calle Uribarri, de Basauri, y otra en la Mina del Morro, dos espacios en los que hace apenas un par de décadas parecía un imposible sembrar belleza entre tanto trabajo duro, entre tantos sudores y esfuerzos.
Habrá –en realidad las hay...– más. Muchas más. Yo mismo, ciudadano de Ametzola, recuerdo las playas de vías y los escombros cuando vine a conocer, sobre plano, una vivienda de futuro, allá sobre los comienzos del siglo XXI. Y luego llegó Miribilla, y más, y más. Parecía un imposible la rosaleda entre aquellas malas hierbas que quedaron tras la reconversión industrial. Y ahí está. Las dos promociones hoy cantadas han sido escogidas por el Instituto de Arquitectura de Euskadi (IAE) como casos de éxito. El asunto no se reduce a que ahora ya se pueda vivir en estos nuevos espacios recuperados del ayer. Lo asombroso del caso es que ahora apetece vivir allí. En el nuevo mundo. l