CUANDO hace unos días Iñaki Williams pegó aquel patadón al aire fallando, con Ghana en el Mundial de Catar, eso que se llama un gol cantado (por mucho que en la continuidad de la jugada llegase el gol africano...), una parte de la afición rojiblanca, la más pesimista, pensó que ese error era algo propio del delantero. Una más, pensaron, antes de lanzarse a la publicación insana de los memes que de todo se ríen. Y no es malo el buen humor. Iñaki, sin embargo, ya ha pasado por esa circunstancia. Él mira el Mundial desde otro ángulo. Mira al equipo del país de sus padres, donde juega, cómo no. Pero también mira a la selección donde su hermano Nico también participa. En ese puñado de minutos que ha disputado ha dejado la sensación, como diría Luis Enrique, de que va como un avión. 

He ahí una mirada a corto plazo. Sin embargo, la historia del Athletic aguarda un paso más, una zancada de otra grandeza. No por nada, en la historia del club apenas hay cuatro jugadores que han marcado en un mundial. La gloria se la llevó Zarra, cómo no, quien marcó cuatro goles en el Mundial de 1950 y antes Iragorri había marcado otros dos. En 1986, Andoni Goikoetxea y Julio Salinas lograron marcar en el Mundial de México de 1986, justo 36 años después de la gesta de Zarra. Curiosidades de la vida, ese es el mismo tiempo que ha discurrido desde entonces hasta hoy, 36 años. ¿Puede ser una señal del destino? ¡Quién sabe! Lo cierto es que mientras el Athletic regresa al trabajo tras la hibernación propia de un invierno con Mundial, los hermanos Williams tienen ante sí una posibilidad de oro: convertirse cualquiera de ambos, o los dos al alimón, en el quinto hombre del Athletic que marca en un Mundial. Será la quinta esencia de una temporada, que pronto volverá, y que lleva camino de tomar la senda de los días grandes. La quinta esencia para el club.