A evolución de la economía vasca no está registrando el crecimiento exponencial asociado al final de la pandemia por razones obvias: la persistencia de la enfermedad y su impacto sobre las economías del entorno. A estas alturas del ejercicio, es evidente que no habrá un rebote tan intenso como el previsto meses atrás porque la quinta ola covid incidió sobre el tercer trimestre y la sexta lo hará sobre el final de año. Esta circunstancia se añade a las dificultades de las cadenas de suministro en los sectores industriales, la contracción de la demanda e, inevitablemente, la dificultad añadida del precio de la energía para la competitividad de las empresas. Con la experiencia de los últimos dos años es lógico que el empresariado vasco reacciones con cautela como recoge la Encuesta de Confianza de Laboral Kutxa, donde cuatro de cada diez empresarios temen que su situación empeorará en 2022. Los estados de ánimo son un factor central en la economía y el consumo y la incertidumbre es ahora mismo una circunstancia instalada en la vida social y económica. Sin embargo, en favor de un estado de ánimo positivo es preciso valorar el comportamiento de la economía vasca incluso en este período de pocas seguridades. En el tercer trimestre de este año, el impacto de la inestabilidad económica se ha traducido en un crecimiento menor del esperado por la contención de la industria pero, aun así, un alza de casi el 4% del PIB entre julio y septiembre es una base sólida y afianza la tendencia creciente. La perspectiva de una revisión a la baja del crecimiento anual en Euskadi no debería mover al pesimismo sino a valorar esa solidez en relación con el entorno. En el tercer trimestre, la evolución de la economía vasca duplicó a la del Estado y superó de largo a la de la Zona Euro, que alcanzó un 2,2%. En materia de empleo, sin el peso que la actividad turística tiene en otras latitudes -de la que se favoreció España-, el tejido vasco reprodujo el comportamiento de la referencia europea, incrementando en un 0,9% el empleo neto en esos tres meses y en un 3,5% respecto al escenario del año anterior. Con todo, la situación es mejorable y la recuperación de la actividad será más consistente cuando las incertidumbres sanitarias, de costes y de demanda se disipen. Esa estabilidad también está en manos de cada acción individual que favorezca la contención de la pandemia.