A violencia contra las mujeres, la ejercida contra ellas solo por el hecho de ser mujeres, continúa arrojando hechos y datos preocupantes y debe estar como prioridad en la agenda de los poderes públicos y de la sociedad en su conjunto. Estos días la actualidad está en parte centrada en la expresión más dura, cruel e injusta de la violencia machista, el asesinato de mujeres, a cuenta de varios juicios que se están celebrando contra los presuntos autores de homicidios contra sus parejas o exparejas -como el brutal crimen en Bilbao contra Maguette Mbeugou, degollada por su marido en presencia de sus hijos pequeños, o el de Laura Luelmo-, pero la violencia de género abarca multitud de agresiones quizá menos visibles pero también muy graves e intolerables. De hecho, en lo que va de año dos mujeres han sido asesinadas en Euskadi (Conchi, en febrero en Sestao, y Erika, el pasado octubre en Gasteiz) y más de 5.000 mujeres reciben algún tipo de protección por parte de la Ertzaintza para evitar agresiones, generalmente por parte de sus parejas o exparejas. En este sentido, la labor institucional sigue siendo clave en la prevención y protección de las mujeres susceptibles de sufrir estas agresiones y, en caso de producirse algún ataque, en la persecución de los agresores y en la atención especializada e integral a las víctimas, coordinando todas las actuaciones con el objetivo de evitar su revictimización. Este año, la celebración el próximo 25 de noviembre del Día Internacional para la eliminación de la violencia contra las mujeres se centra, precisamente, en la concienciación para que la sociedad se mantenga “atenta” frente la violencia que permanece oculta contra las mujeres. El compromiso social para detectar signos o evidencias de que se está produciendo algún tipo de maltrato contra una mujer es fundamental, porque es obligación de todos hacer frente a esta lacra. Ayer se conoció que la señal de socorro internacional de las víctimas de violencia machista -el gesto con la mano ocultando el pulgar en la palma-, utilizado por una mujer que se encontraba con un acompañante en una consulta médica de Barcelona alertó a una trabajadora, lo que propició que el presunto agresor fuera detenido. Esta alerta activa ciudadana, sobre todo del entorno de las posibles víctimas, es clave y, junto a políticas de prevención o el uso de teléfonos de ayuda, puede salvar vidas.