No por sospechada resulta menos arbitraria la decisión de la UEFA de descartar a Bilbao como sede de la próxima Eurocopa. La gravedad de su iniciativa unilateral trasciende la mera posibilidad de reclamar las debidas responsabilidades a quienes la han tomado rompiendo un contrato que las autoridades municipales y territoriales han cumplido con solvencia tal y como ha acreditado el severo escrutinio de los gestores del fútbol internacional europeo.

El verdadero fondo vergonzante de la decisión es el carácter irresponsable de sus motivaciones y la complicidad inadmisible de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF). El criterio arbitrario introducido por la cúpula del fútbol europeo es una confesión de las verdaderas motivaciones de su naturaleza, que ha renunciado a salvaguardar los principios del deporte en general y del fútbol en particular en favor de las mismas prioridades económicas que apenas unas horas antes reprochaba, con razón, a los clubes de fútbol que pretendían crear una competición exclusivista para explotar y repartirse contratos multimillonarios.

La medida de la irresponsabilidad de la UEFA al exigir la presencia de un 25% de público en los estadios sede de la competición en junio próximo la da la mera comparación. El Comité Organizador de los Juegos Olímpicos de Tokio, que tienen previsto celebrarse a continuación, entre julio y agosto, no ha fijado aún el volumen de público que eventualmente podría acceder a los estadios y esperará a tomar la decisión en función de la evolución de la pandemia covid. Pero sí ha descartado ya la llegada de público extranjero como medida inexcusable de seguridad sanitaria. Las medidas impuestas por el Gobierno vasco son duras en tanto que extremadamente garantistas.

No se entiende a quienes han reclamado una laxitud en el control de la enfermedad que no demandan en cualquier otra circunstancia. Merece una mencion especial la actitud de la RFEF y de su presidente, Luis Rubiales. Lejos de actuar con la debida lealtad hacia la candidatura ganadora -Bilbao y San Mamés-, no perdió un minuto en ofrecer a la perdedora, Sevilla, para satisfacer su prioridad de negocio mediante la presencia de público sin garantía alguna de que haya las necesarias condiciones la seguridad sanitaria dentro de dos meses. No es el interés de la ciudadanía ni del deporte el que les ha guiado.