A rotundidad de los datos, 817 contagios en un solo día, con una incidencia del 6,7% de positivos en las 12.238 pruebas realizadas, y especialmente el paulatino incremento en los últimos cinco días del número reproductivo básico R0 hasta 1,25 (100 positivos causan 125 nuevos contagios) parece confirmar las predicciones sobre los efectos de la Navidad en la ya de por sí difícil contención de la pandemia. El incremento de los niveles de transmisión del SARS-CoV-2, que por otra parte se está dando en prácticamente todos los países europeos, es general y exponencial en Euskadi, también en el Estado, y comienza a tener reflejo en la franja de edad que más sufrió las consecuencias del covid-19 allá por primavera, tras la primera ola del mes de marzo, la de los más mayores. Un solo detalle permite albergar cierta esperanza, dentro de la debida precaución, en cuanto que traduce la capacidad sanitaria y el conocimiento de la enfermedad que ha adquirido el sistema vasco de salud: los hospitalizados han pasado en los últimos catorce días de 284 a 345 (un incremento del 19%) pero los ingresados en las unidades de cuidados intensivos no han experimentado dicho aumento (de 79 a 75), aunque la cifra de hospitalizaciones, y con ella de los casos más graves, parece todavía amenazar con una tendencia al alza. Se antoja en todo caso evidente que las medidas restrictivas de la movilidad y de las relaciones sociales, que han experimentado una cierta relajación durante las fechas navideñas, son la única forma de paliar los efectos de la pandemia mientras se procede a aumentar el ritmo de las inmunizaciones con la próxima llegada de nuevas vacunas, tanto de Pfizer como de Moderna -y se estudia por la Agencia Europea la aprobación de la de Oxford- que sin embargo solo podrán ofrecer la inmunidad en cifras de todavía relativa relevancia a meses vista, toda vez que la Organización Mundial de la Salud prevé que la inmunidad comunitaria no será aún una realidad durante este año. La sociedad acumula ya una notoria fatiga que no es ajena a la relajación navideña y sus consecuencias pero no existe otra fórmula. Las prácticas de higiene y precaución, de respeto a la salud propia y ajena, de contención en las relaciones sociales, exigen todavía un nuevo esfuerzo, tal vez el último, por parte -esta vez sí- de todos.