AS reclamaciones de los sindicatos del sector sanitario ante lo que denominan "déficit de profesionales" y "debilidades del sistema" público vasco de salud que se habrían hecho evidentes con el covid-19 no están seguramente muy alejadas del diagnóstico que el propio Gobierno vasco realiza respecto a las necesidades y potencialidades de Osakidetza. En realidad, el propio lehendakari Urkullu las asumió en su discurso de investidura, en el que además anunció cuatro mil contrataciones en el servicio vasco de salud. Sin embargo, ni los profesionales, ni los ciudadanos a quienes atienden ni la administración que procura los medios para hacerlo ignoran que la pandemia, a la que hasta el momento el sistema sanitario de Euskadi ha respondido con toda la suficiencia exigible en una situación tan global y científicamente compleja, ha planteado y plantea desafíos distintos a la atención y tratamiento habituales de los pacientes y que además influyen y condicionan estos últimos. Retos a los que es preciso hacer frente pero que no son sencillos de cualificar y cuantificar con inmediatez por cuanto condicionan asimismo el futuro a medio plazo y más allá de la pandemia del sistema vasco de salud. No hace falta recurrir a manuales de gestión de tiempo o a las tiras de Joaquín Salvador Lavado, Quino, para discernir entre urgente e importante a la hora de planificar y proporcionar los recursos que necesita Osakidetza. Admitido, por tanto, que a consecuencia de la incidencia del SARS-CoV-2 el sistema sanitario vasco, como el resto de sistemas sanitarios de todo el mundo, precisa de una redefinición de medios y objetivos; lo que ya no se antoja tan razonable es la escenificación de las demandas de los profesionales sanitarios a través de sus sindicatos, en forma de protestas continuadas. El covid-19 ha trastocado la vida de todos y en todos los ámbitos, desde el laboral al personal, desde el social al económico. Y, sí, es comprensible que los sanitarios reflejen un más alto nivel de estrés que se traduce en reclamaciones basadas en su experiencia ya que su capacidad ha sido especialmente exigida y su salud especialmente amenazada, como ha reconocido mayoritaria y reiteradamente el resto de la sociedad. Pero la misma capacidad de comprensión y la misma reciprocidad en el reconocimiento del esfuerzo ajeno deben trasladarse al menos a las formas en que plantean sus demandas.