OS datos ofrecidos por el Eustat, Instituto Vasco de Estadística, resultan escalofriantes, especialmente tras los anuncios de supresión de empleos por empresas como Tubacex o ITP, pero retratan los efectos de la pandemia -y de la extensa y prolongada utilización del estado de alarma (del 15 de marzo al 21 de junio)- en la economía vasca: la caída del Producto Interior Bruto de un 20,1% interanual y un 16,9% intertrimestral en el segundo trimestre del año carece de precedente. Nunca antes desde que existen series de datos del PIB vasco este había sufrido una recesión de tal magnitud. Basta apuntar que las hasta ahora principales caídas del PIB vasco se habían registrado durante la última crisis y fueron del 2,5% y 3,6% en los dos primeros trimestres de 2009 y del 1,9% y 1,5% en los dos primeros trimestres de 2013. O que la sufrida en el primer trimestre de este ejercicio, en el que contabilizan los primeros quince días de estado de alarma, fue del 3,2% interanual y llegaba al 4,7% en el cálculo intertrimestral. Entonces y ahora, industria y servicios, principales motores de la economía, han sido los sectores más afectados. Y siendo cierto que por mera lógica el tercer y cuarto trimestre deben reflejar una recuperación con el regreso a la actividad, no puede desdeñarse que esta se empezó a retomar ya en abril y que el tercer trimestre computa los principales periodos vacacionales. Tampoco que difícilmente ese reflejo tendrá traslado proporcional al empleo que, según los mismos datos del Eustat, habría retrocedido de marzo a julio un 18,9% y que podría suponer la pérdida de 45.000 empleos, en cifras de Confebask. Toda esa crudeza socioeconómica, además, es una advertencia inmediata sobre los nuevos brotes de transmisión del SARS-Cov-2 que ya se está dando -ayer 136 positivos- y lo que en su momento se anunció como una amenaza cierta de recrudecimiento de la pandemia en otoño. Si la economía de Euskadi, el bienestar alcanzado por los vascos durante un siglo de desarrollo, ha sufrido ya ahora una afección de esta magnitud a consecuencia del coronavirus, no nos podemos permitir actitudes irresponsables, negligentes o simplemente descuidadas que podrían llevar a un segundo confinamiento y, con él, a condicionar la capacidad de nuestro país y el futuro de nuestra sociedad para las próximas décadas.