A celebración mañana de las elecciones a los respectivos parlamentos de Euskadi y Galicia y la coincidencia de dos brotes de covid-19 en Ordizia y en la comarca lucense de A Mariña, que se suman a otros setenta focos diferentes de contagio en todo el Estado y en consecuencia al incremento de nuevo de las cifras de transmisión del coronavirus, han levantado todo tipo de especulaciones sobre la conveniencia o no de adoptar medidas cautelares en las zonas afectadas más allá de las ya previstas y admitidas como suficientes por la Junta Electoral. Ni siquiera el dictamen de esta ha impedido que dichas especulaciones, en absoluto exentas precisamente de interés político, pretendan influir en el ánimo del ciudadano y extender un temor que podría llevar a la abstención no solo allí donde los focos se han confirmado y están ya en proceso de control. Un interés que en aplicación de la matemática electoral no coincide en absoluto con el de aquellas formaciones que, según las encuestas, están llamadas a obtener mayor respaldo en las urnas sino, por el contrario, con el de las que temen una pérdida de apoyos respecto a comicios anteriores. Que serían Iñigo Urkullu en Euskadi y Alberto Feijoó en Galicia los más perjudicados por un retroceso en la participación es tan evidente como que en la proporción de esta puede estar la clave para que ambos formen gobiernos con una mayoría más o menos estable. Esa pretensión de condicionar las elecciones no está, sin embargo, exenta de la irresponsabilidad política que al parecer pretenden achacar a la celebración de las elecciones en las zonas con focos de contagio. Muy al contrario, ignora los análisis de la realidad de la salud pública y los medios dispuestos para su protección durante el ejercicio del voto, medios que en muchos casos los mismos que se preguntan por la conveniencia de los comicios ni siquiera se plantean para la actividad diaria o el ocio, que las demandan tanto o más que el mero hecho de acudir a los colegios electorales. Sin olvidar que no pocos de los reticentes a la cita electoral no difieren demasiado de aquellos que en un primer momento, antes del superado estado de alarma, también se mostraban reacios a suspender las elecciones convocadas para el 5 de abril y posteriormente a convocarlas para el 12-J pero rechazaron después acortar la campaña.