A proliferación de imágenes y denuncias en redes sociales respecto a la actitud y escasa responsabilidad -desmentida luego tanto por la Ertzaintza en Euskadi como por el Ministerio del Interior en el Estado- de las familias que, por primera vez en cuarenta y cuatro días, pudieron el domingo permitir a sus miembros menores de 14 años salir a la calle -y acompañarlos- lleva a exigir las mismas dosis de sensatez en su análisis que el mostrado por la sociedad durante el ya largo confinamiento. Ahora que el camino hacia una muy relativa normalidad y por tanto el desarrollo de la pandemia hacia su fase final dependen casi tanto de la actitud de los ciudadanos como de la percepción general que de esta se tenga, habría que aplicar a las redes sociales aquello que Einstein decía de las matemáticas: cuando se refieren a la realidad, no son ciertas; cuando son ciertas, no se refieren a la realidad. Dicho de otro modo: es preciso poner las imágenes y denuncias de las redes sociales en cuarentena mientras no se pueda comprobar fehacientemente su origen y veracidad y, por tanto, su intención. Y esto no supone un aval a controles que, como algunos anunciados desde el Gobierno del Estado, podrían traducirse en una merma de derechos y libertades fundamentales sino, todo lo contrario, una apelación a la responsabilidad individual como fundamento de esos mismos derechos y libertades. Porque sucede con la supuesta realidad que se propaga incluso más vertiginosamente que el coronavirus lo mismo que con la pandemia: solo en el momento en que reconozcamos nuestra vulnerabilidad podremos empezar a controlarla, evitando así el cada vez más notorio manejo de la opinión pública. Porque la proliferación repetitiva y reiterada de este tipo de infundios no solo la dirige en un sentido determinado, en este caso concreto, por ejemplo, el de avalar una dilatación del estado de alarma, sino que sirve de perfecta excusa para razonar, que no justificar, actitudes autoritarias que acaban relativizando a través del populismo derechos irrenunciables como los de expresión, información y, por supuesto, crítica. Es decir, apelar a la libertad individual como excusa para extender de modo irresponsable patrañas que se emiten por las redes sociales solo contribuirá a la postre a limitar esta.