LA confirmación por el portavoz del Gobierno vasco, Josu Erkoreka, de la aprobación el mes próximo del decreto que ampliará el permiso de paternidad a 16 semanas, oficializando la medida anunciada la pasada primavera por la consejera de Políticas Sociales, Beatriz Artolazabal, confirma la preocupación institucional por el problema demográfico y la intención de articular medidas y políticas, también dotación presupuestaria, al fomento de la natalidad y el relevo generacional de una sociedad vasca envejecida. La medida, que situará el permiso de paternidad en Euskadi a la altura de los de los países nórdicos y sensiblemente por encima de la media europea, supone asimismo una apuesta por la corresponsabilidad parental y la igualdad en cuanto que debe incidir en uno de los principales condicionantes -si no el principal- de la brecha laboral y salarial que enfrentan las mujeres. Ahora bien, tanto en este ámbito de la igualdad como en el del cambio de ciclo demográfico en nuestro país, la responsabilidad asumida por las instituciones, en este caso el Gobierno vasco, no puede considerarse única ni principal, sino que debe entenderse como una interpelación a la conciencia de todos los agentes y sectores ante lo que es un problema de sostenibilidad de los niveles de bienestar en la sociedad vasca. Entre otras razones porque, como se demuestra en los casos de Noruega o Suecia, las ayudas a la natalidad sirven para ralentizar la reducción del número de nacimientos y como base de la concienciación social, pero no son origen de un impulso demográfico, como el que Euskadi necesita, que depende básicamente de la situación socioeconómica en cuanto a capacidad de adelantar la inserción laboral y emancipación de las nuevas generaciones y en consecuencia su capacidad para formar familias. En ese sentido, es elocuente que los años anteriores a la crisis fuesen los de mayor número de solicitudes de bajas por paternidad (279.756 en el Estado) mientras que 2014, en plena recesión, se redujeron en un 16% (hasta 235.678). Y también lo es la evolución de la tasa de natalidad (nacimientos por cada mil habitantes) en Euskadi ya que la más alta del último medio siglo (19,7) se alcanzó en 1976, mientras la crisis de los 80 y 90 la redujo a 7,3, con una recuperación posterior hasta 2008 (9,9) y un nuevo descenso, con la pasada crisis, a 7,4 en 2018.