LA constitución de los ayuntamientos y la elección de sus respectivos alcaldes culminó ayer el proceso democrático de renovación de las instituciones locales fruto de la soberanía popular libremente expresada. La designación de los nuevos regidores tuvo lugar sin mayores incidencias más allá de lo meramente anecdótico, consolidando así una normalidad social, política e institucional que es necesario subrayar por cuanto no era del todo común en Euskadi hace aún no muchos años. La constitución de los ayuntamientos vascos ha supuesto una decidida apuesta de la sociedad vasca en su conjunto por la estabilidad y la normalidad en las instituciones y por dotar del máximo valor a la cultura del acuerdo entre diferentes con el objetivo de una gestión en favor del bien común. En este sentido, el acuerdo global firmado entre PNV y PSE tanto para los ayuntamientos de la CAV como para las diputaciones forales dibuja un escenario en el que la mayor parte de las instituciones tiene garantizada, en principio, una importante base de solidez para acometer los principales retos y problemas de la ciudadanía dentro del ámbito de sus competencias. No es un asunto baladí. No se trata, en lo sustancial, de un mero trámite con el objetivo de alcanzar la makila o de desalojar al adversario político, sino de gobernar y de hacerlo bien. Es decir, de gobernanza, de gestionar en beneficio del bien común. El acuerdo, máxime si este es alcanzado por fuerzas de diferente signo, es en sí mismo beneficioso para el conjunto, siempre que luego se gestione de manera eficiente. De ahí que el pacto entre jeltzales y socialistas, que ya gobiernan juntos también en el Ejecutivo de la CAV, suponga una mayor garantía de estabilidad y, en definitiva, de posibilidades de mejora del bienestar. En Nafarroa, por contra, la situación es bien diferente. El PSN, que dice mantener su intención de optar a la presidencia del Gobierno foral, propició el regreso de la derecha, y con ello del viejo régimen, al poder municipal en la comunidad, con Iruñea a la cabeza mediante la vuelta a la alcaldía de UPN, frustrando alternativas impulsadas por las formaciones del cambio. Una mala noticia que no augura nada bueno de cara al Ejecutivo. Mientras, en el Estado la derecha representada por PP y Ciudadanos recuperó también poder municipal gracias a sus pactos excluyentes y al apoyo de la formación ultra Vox, lo que apunta a tiempos convulsos y de inestabilidad.