Compungido, el presidente Arias Navarro anunció en la única televisión lo que todo el personal ya sabía. Lo anunció, entre pucheros, el 20 de noviembre de 1975 a los españoles; a las españolas, que les fueran dando. Eran otros tiempos, van a hacer ya 50 años. Y por eso de las fechas redondas, el presidente Pedro Sánchez ha decidido inaugurar el año político con una incongruente celebración del aniversario de la muerte del dictador. Todo un derroche de festejos, hasta cien, a oficiar a lo largo de este 2025. La verdad, no le veo demasiado sentido a la evocación institucional de la muerte de Franco, menos aun cuando el sanguinario dictador falleció en su cama y victorioso, dejando todo atado y bien atado.
Por supuesto, mucho más razonable hubiera sido conmemorar los 50 años de la recuperación de la democracia, aunque tampoco sería exacta la cifra ya que aún hubo que pasar por aquella sobrevalorada transición y las humillantes tragaderas de unos políticos ansiosos de actuar en libertad aunque fuera bajo la amenaza del ruido de sables.
Se aceptaron la monarquía impuesta por el difunto, el borrón y cuenta nueva impunidad incluida, y la posibilidad de una libertad vigilada. Pero bueno, a fin de cuentas podrían haberse conmemorado los 50 años de esta democracia aunque fuera aceptada como animal de compañía. Seamos serios y dejemos las disquisiciones de si son cincuenta, cuarenta y ocho o cuarenta y cinco para entender a qué viene la conmemoración del difunto sátrapa.
Un año entero de celebración de la muerte de Franco es simplemente la manera de sacar la cabeza en uno de los momentos más complicados de Pedro Sánchez y su Gobierno. Sacar a pasear durante un año la memoria del dictador, recordar en multitud de actos institucionales las fechorías del general golpista, sus crímenes y sus 40 años de totalitarismo con las libertades secuestradas obligará a retratarse a un PP con sus raíces fundacionales en el franquismo y a reconocer su nostalgia del dictador a Vox y sus satélites.
Independientemente de las intenciones cortoplacistas de Pedro Sánchez que contrarrestar el acoso político, mediático y judicial, más sentido tiene este 50 aniversario para poner en compromiso a un PP obligado a competir con Vox en la defensa de la España eterna. El recuerdo de los 50 años de la muerte de Franco puede llevar a situaciones comprometidas incluso a la Casa Real, cuyos privilegios decidió el dictador, comprobándose de momento las distancias que ha tomado el rey Felipe VI. En fin, es interesante la actitud que vayan a tomar derecha y ultraderecha con el fantasma del Caudillo de fondo.
Pero la razón más oportuna para recuperar la memoria de Franco y aprovechar el año para explicar hasta qué punto merece el rechazo histórico es la constatación de que el franquismo y la figura del dictador está siendo falseada en las redes sociales hasta el punto de contar con una nueva multitud de adeptos, sobre todo jóvenes, que ven en él a una especie de Cid Campeador que acabaría con todos los males. Algo hay que hacer para demostrarles que están equivocados, que un régimen autoritario no les va a solucionar sus problemas de vivienda, de trabajo o de futuro incierto.
Allá Pedro Sánchez si pretende con este generoso aniversario mejorar la deteriorada imagen de su Gobierno, o la confrontación electoral de derechas y ultras. Lo que importa es frenar este neofranquismo rampante que se ve venir en el impulso meteórico de las derechas más descarnadas en nuestro espacio occidental.