Síguenos en redes sociales:

La Europa machadiana: entre la Europa que muere y la Europa que bosteza

Machado con la lucidez amarga de los poetas que miran más allá de su tiempo, escribió: “una de las dos Españas ha de helarte el corazón”. Su imagen de un país escindido entre la que muere y la que bosteza resuena hoy en la Europa que nos contempla desde los muros de Bruselas. En Ucrania la metralla rompe la tierra, en Gaza la arena se confunde con la sangre, y Europa permanece en el umbral, sin entrar ni salir del todo. Somos herederos de un continente que aprendió del horror de dos guerras mundiales, pero que parece haber olvidado la urgencia de hablar con voz firme. Nuestra política exterior es un murmullo, nuestras decisiones un bostezo, nuestra presencia un eco. Entre la memoria de lo que fuimos y la duda de lo que queremos ser, Europa languidece en su contradicción.

LA EUROPA QUE MUERE

La “España que muere” de Machado nos recuerda a una Europa aferrada a un pasado glorioso que ya no basta para sostenerla. Es la Europa que se complace en evocar el milagro de su paz, pero que asiste impotente al regreso de la guerra a sus fronteras. Esa Europa envejecida se refugia en los salones de la diplomacia, convencida de que su palabra todavía pesa, cuando en realidad apenas rasga el aire. Como la España que agoniza en el verso machadiano, Europa muere lentamente cuando se limita a gestionar sanciones que no frenan la barbarie, cuando deja que otros decidan por ella, cuando confunde prudencia con sumisión. Muere, en definitiva, cada vez que elige ser espectadora del drama en lugar de protagonista de la historia que se escribe a fuego y metralla.

LA EUROPA QUE BOSTEZA

La “España que bosteza” se refleja en una Europa cansada de sí misma, atrapada en un letargo burocrático. Bosteza cuando repite fórmulas gastadas de unidad, mientras los vetos nacionales desgarran el tejido común. Bosteza cuando habla de autonomía estratégica, pero carece del pulso y del músculo para construirla. Bosteza también cuando observa la tragedia de Gaza con los ojos entrecerrados, incapaz de ofrecer más que comunicados tibios que no detienen la destrucción ni alivian el sufrimiento. Es una Europa adormecida, que parece caminar en sueños, más preocupada por no incomodar que por despertar a su propio destino. Como un gigante fatigado, bosteza, y en ese gesto revela que ni muere del todo ni vive plenamente.

EL CORAZÓN HELADO

Como aquella España machadiana, una de las dos Europas ha de helarnos el corazón. Europa habita, así, el espacio ambiguo entre la muerte y el bostezo. Ni cae del todo ni despierta con decisión. Se mueve en esa penumbra que hiela el corazón, como anunciaba Machado, porque lo insoportable no es la derrota, sino la indiferencia. Ucrania y Gaza son espejos en los que se refleja la vacilación de un continente que aún busca su voz en un mundo rugiente. O Europa renace de su sopor y se atreve a ser más que un eco, o quedará atrapada en la melancolía de lo que un día fue. Si de verdad quiere evitar helarnos el corazón, deberá escoger entre dejarse morir en silencio o despertar con un grito. Porque el tiempo no espera, y el mundo en guerra no perdona los bostezos.