Se dice que la ninfa Eco se enamoró de un joven algo presumido y fanfarrón llamado Narciso. El mal que sufrió Narciso estaba relacionado con su belleza, que era tal que terminó por afectarle a él mismo. Se dice que nadie se quiso tanto a sí mismo como Narciso. Era tan bello que actuó de forma egoísta, destrozando el corazón de una persona que realmente le amaba, pero también su propia vida, que terminó en el momento en que la locura le invadió completamente al ver su propia imagen y enamorarse de sí mismo. Anda envuelta la Unión Europea (UE) en este pedagógico mito griego, tan embelesada en sus ideales, sus valores y sus endogámicos problemas de sociedad rica, que no es capaz de ver más allá de sus fronteras el cambio que se está produciendo en el mundo, los retos, desafíos y graves riesgos que ello implica para Europa.

Guerras en Ucrania y en Gaza

La tormenta en la que zozobra la nave de Bruselas si no es perfecta se le parece mucho. En el contexto geopolítico internacional, soporta una guerra continental en Ucrania, con origen en una agresión unilateral e injustificable de la Rusia de Putin, pero durante ya casi dos años, nuestra acción política no ha sido capaz de encaminar el conflicto a una paz negociada, mientras las consecuencias económicas se sienten cada día en los bolsillos de los europeos. Ahora se abre un nuevo frente bélico en Oriente Medio, donde más allá de poner dinero en forma de ayuda humanitaria tampoco somos capaces de ser actores determinantes para frenar las matanzas de un lado y de otro. Peor aún, hemos mostrado una clara incoherencia en política exterior, anunciando el corte de los fondos a Palestina, con el viaje de las presidentas de la Comisión Europea y del Parlamento Europeo a Tel Aviv y tardando casi diez días en exigir al gobierno de Israel que cumpla las normas básicas de los derechos humanos.

Los síntomas de la enfermedad tienen mucho que ver con la falta de liderazgo de los principales Estados miembros en la agenda europea. El eje franco-alemán ya no es lo que era, con un gobierno tripartito alemán –socialdemócratas, liberales y verdes– hundido en las encuestas, y con los ultras de Alternativa por Alemania en crecimiento electoral en todos los länders. En Francia, el segundo mandato de Macron se encuentra pinzado por una Asamblea Nacional radicalizada por la derecha de Le Pen y la izquierda de Melenchón, desdibuja su protagonismo hasta tal punto que está siendo expulsada de una zona tradicional de su influencia como el Sahel, descaradamente. Italia, de la mano de Meloni y sus Fratelli Italia, trata de liderar la era post Berlusconi, sin aclararse si su futuro europeo están en la familia eurófoba o en la popular. Y en España, presidenta de turno de la UE, Sánchez trata de ser investido, en un panorama de compleja gobernabilidad. Tal es la debilidad que el enfant terrible del club, el mandatario húngaro Viktor Orbán, en plena crisis de Gaza se fue a Pekín a reunirse con Xi Jingping y Putin, antagonistas claros de Europa.

Una agenda 2030 endiablada

Y para rematar la agenda política que maneja la Unión está repleta de temas con enormes consecuencias a futuro. Dos transiciones: la ecológica y la digital, que requieren cambios tremendos del sistema de producción y consumo, con alto impacto en el empleo y, por tanto, en las clases medias que pagan el Estado del bienestar en los Estados miembros. Un acuerdo sobre la cuestión migratoria que no se cierra nunca mientras miles de personas mueren intentando llegar a la tierra de esperanza y refugio europea. Dependencias carísimas externas en materias primas básicas, en energía, en ciencia y tecnología, y que pretendemos ser soberanos de la noche a la mañana a base sencillamente de legislación proteccionista, sin una verdadera estrategia competitiva de política industrial. Pero el mayor riesgo es seguir mirándonos narcisistamente en el espejo del agua, para morir enamorados de nuestra propia imagen. La autocrítica y la acción decidida son elementos básicos si queremos seguir construyendo un proyecto europeo basado en la democracia y en los derechos humanos. Las próximas elecciones europeas de junio de 2024 representan una gran oportunidad para votar por el europeísmo real y contra la eurofobia y la Unión Europea naif.