LA noche del 30 de septiembre de 1938 los jefes de gobierno de Reino Unido, Francia, Italia y Alemania, firmaban los acuerdos de Múnich con el objetivo de solucionar la crisis de los Sudetes. El resultado de la entrega de este territorio de Checoslovaquia al III Reich de Hitler, no solo no contribuyó a parar la II Guerra Mundial, sino que significó un grave precedente de traición a un pueblo y una muestra del precio que tiene el miedo de Europa. El viejo continente vuelve a estar envuelto en llamas y bombardeos en Ucrania, tras la invasión de Putin hace ya casi un año. Las consecuencias económicas para la UE han dejado una dura huella en forma de decrecimiento e inflación. En ese contexto, surgen las voces que piden una negociación con el Kremlin sobre la base del concepto de “paz por territorios”. Sin embargo, las instituciones europeas y la práctica totalidad de sus gobiernos, salvo el del ultranacionalista Orbán, cierran filas en torno a la necesidad de redoblar la ayuda a Ucrania.

Lecciones de la historia

Las consecuencias del tratado de Múnich fueron inmediatas. Desde el día 1 de octubre hasta el día 10, 2.833.000 habitantes checoslovacos germanos se convirtieron automáticamente en ciudadanos del III Reich. Las familias eslavas fueron expulsadas del área ahora perteneciente a Alemania. Se cedieron un total de 41.596 metros cuadrados de superficie y las potentes fuerzas armadas checoslovacas, fueron obligadas a capitular y entregar las armas ante la impotencia de un país que perdía de la noche a la mañana el 29,6% de su territorio. Las condiciones de respetar el resto del territorio checoslovaco incluidas en el acuerdo, fueron incumplidas por Adolf Hitler al incluir la superficie checoslovaca en territorio alemán, apenas unos meses después, en lo que se llamó el Protectorado de Bohemia y de Moravia. Uno de los mayores errores de la historia lo describen algunos, ya que dio alas a la expansión alemana posterior, para quedarse con la industria checoslovaca y poder comenzar la invasión polaca apenas un año después, bajo la mirada atónita de los firmantes. Sin duda la Conferencia de Múnich fue el punto de inflexión que marcó el porvenir del siglo XX.

La Gran Rusia

En el trasfondo de la invasión de Ucrania está la política expansionista de la Gran Rusia. La “recuperación” de territorios que considera propios es lo que en última instancia mueve a Putin a legitimar su guerra. El Kremlin lleva mucho tiempo utilizando los llamados “conflictos congelados” para extender su alcance más allá de las fronteras rusas. Durante las últimas tres décadas, ha respaldado un régimen prorruso en la región disidente de Moldavia, Transnistria. En 2008, lanzó una invasión convencional en Georgia en apoyo de los gobiernos separatistas de Osetia del Sur y Abjasia, dos provincias con gran población de habla rusa. Seis años después, Rusia arrebató Crimea a Ucrania y comenzó a apoyar una insurgencia de separatistas prorrusos en el Donbás. Lugares por los que las tropas rusas han pasado durante estos 30 años en una ola expansionista bajo diferentes pretextos. Estas miniexpansiones y la guerra de Ucrania surgen de un profundo cariz nacionalista por parte de Putin, empeñado en recuperar la grandeza perdida de los zares y de territorios que una parte del nacionalismo ruso considera “suyos” pero arrebatados.

Llamada a la paz

Si Putin empezó el conflicto contando con algunos apoyos declarados y la velada complicidad de China, tras doce meses de conflicto armado, las voces de la necesidad de un alto el fuego en la zona para abrir una vía de negociación, son ya casi unánimes en el escenario internacional. Nadie comparte los objetivos de Putin, que se ha quedado aislado, mientras las potencias Occidentales redoblan sus esfuerzos de ayuda al gobierno de Zelenski. Más sanciones a Rusia y más envío de armamento a Ucrania, son las recetas que se están empleando para resistir la previsible nueva ofensiva rusa de primavera, con el fin de forzar un diálogo que, a fecha de hoy, solo pasa por la retirada de las tropas rusas de los territorios ucranianos. El general invierno no parece que esté mermando la capacidad del pueblo ucraniano de soportar las durísimas condiciones de esta guerra. La economía europea ha aguantado también la posibilidad de desabastecimiento energético y la inflación empieza a presentar síntomas de contención. Así, el conflicto parece enquistarse sin ningún ganador.