Supongamos que se suspenden los relatos de amor y se opta por otras ficciones que no impliquen el tránsito de fluidos entre varones y mujeres. Por ejemplo, de atracos y peleas. ¿Se van batir los bandidos con florete? ¿Irán con mascarilla en vez de con pasamontañas a robar bancos? ¿Y qué tal si todas las series y películas son de animación? De contento, Walt Disney resucitaría de su criogénesis.No tiene sentido que la industria audiovisual se convierta en pantomima, a lo Marçel Marceau. Si no es posible que las historias puedan ser contadas en su esplendor, es mejor -y más digno- esperar a que la vacuna nos rescate y vivir mientras del archivo. Nunca hubo en la tele como ahora más cine añoso y series viejas, suficiente para resistir. Se está haciendo también en deportes, con ETB1 repitiendo antiguas carreras ciclistas y Movistar+ volviendo a las imágenes de partidos épicos. Hay que tirar de las reservas.

Una parte de la cultura sufrirá un golpe mortal. Hasta ahí tienen que llegar las ayudas públicas. No se subvenciona el talento, que no lo necesita, pero sí el trabajo esencial de comediantes, técnicos, dobladores y productores, y son miles. El espectáculo debe continuar: sin besos no hay paraíso.