Matthew Prior, diplomático y poeta inglés de tiempos de la Restauración, escribió: “Es cosa notable que los que más hablan son los que menos tienen que decir”. Asistimos a una campaña electoral donde lo inmediato, lo efímero, la búsqueda del titular se ha convertido en la fórmula para hacerse un hueco en los medios de comunicación y en la redes sociales. Da igual que la verborrea resulte inconsistente, que no se apoye en datos reales y que sea incongruente con las decisiones promovidas por algunas fuerzas políticas.

Se trata de eludir responsabilidades propias, de conectar con los prejuicios que corren en las mentes y labios de amplias capas de la población, de buscar culpables a los que endosar lo que sucede, e incluso lo que está por venir. Nadie asume responsabilidad alguna ante los recortes de los derechos sociales y libertades que ellos mismos han promovido? Y así, todos están libres de polvo y paja.

Una visión centralista y centralizadora del estado no es la razón originaria de la crisis territorial; por ende, es la solución que invocan algunos para sofocarla. En definitiva, más madera. Menos libertad y más crispación. Burdo intento de obviar la pluralidad, de esconder y combatir la diferencia. ¿Cuál es el proyecto de España que ofrecen? ¿Dejar de ser lo que somos y desistir en todo aquello que queremos llegar a ser?

Hay que combatir a las comunidades desleales, recuperar competencias que les son propias. Lo dicen aquellos que han incumplido sistemáticamente un Estatuto durante cuarenta años y que llevaron a un tribunal comprado el Estatut de Catalunya con el único fin de desfigurarlo, obviando la voluntad mayoritaria de sus representantes y de la ciudadanía.

Hay que promover el miedo ante el diferente, construir vallas de alambre de espino y sembrar clavos de acero para evitar que las personas que huyen de la explotación, desolación y miseria encuentren un lugar mejor para desarrollar un proyecto de vida. Lo dicen quienes re-descubren al Ejército como garante de algo que está ya trasnochado, un Ejército que representa unos valores supuestamente inquebrantables y que tiene en su seno, a falta de otros efectivos, a miles de personas inmigrantes.

Nosotros somos la periferia para quienes tienen su vista puesta en Madrid. Somos pocos y aportamos pocos diputados y senadores. Además, los partidos de ámbito estatal tienen poco peso entre nosotros, por lo que nuestras preocupaciones, nuestras inquietudes, no están entre sus prioridades? pero los pequeños también podemos y debemos hacernos oír. Más si cabe, si nos convertimos en necesarios. Y para ello es imprescindible configurar un grupo vasco fuerte en Madrid, un grupo que trabaje por nuestras gentes, por nuestro autogobierno, por los derechos y las libertades. Necesitamos, una vez más, un grupo vasco capaz y con experiencia, un grupo que se convierta en palanca para avanzar en lo político y en lo social. Y es que todo avance que nos beneficie a nosotros, se convertirá, también, en un avance para todas las personas que viven en el conjunto del Estado.