EL repaso de la nómina que ayer presentó el Borussia Dortmund se desprende que no era ni sombra del conjunto que comparecerá en citas oficiales. A lo sumo, tres o cuatro de los que participaron conservarán el puesto cuando comience la Bundesliga, pero esta circunstancia que lógicamente conllevó una rebaja en el grado de exigencia del amistoso es asunto de régimen interno en el conjunto alemán. Ahí no interviene el Athletic, que sacó todo lo que tiene, repartiendo minutos de modo equitativo, y ofreció una imagen bastante convincente.

Admitido pues que, vista la entidad del contrario, no cabe situar el tercer amistoso en un escalón más alto que los dos anteriores, quedó constancia de que los de Marcelino aprovechan el tiempo. A estas alturas se trata de confirmar en cada oportunidad que el trabajo diario va en la buena dirección. La puesta a punto es un proceso diseñado para alcanzar la primera fecha del campeonato de liga en condiciones de ganar tres puntos. Todavía queda un tramo de la pretemporada por cubrir, varias semanas para afinar el funcionamiento, profundizar en los conceptos, adquirir resistencia y velocidad, así como para la toma de decisiones por parte del entrenador.

De la impresión extraída ayer se deduce que la plantilla, en bloque, sigue avanzando. El aún escaso rodaje de los jugadores aconseja emplear en los ensayos celebrados a todos los posibles y por eso actuaron hasta 23. Fueron repartidos en dos formaciones donde se mezclaban titulares, suplentes y meritorios. El método elegido favoreció que el Athletic sostuviese el nivel competitivo a lo largo de los noventa minutos. Quizás obtuvo una mayor superioridad sobre el Borussia en la segunda mitad, pero en ello influyó que Marco Rose efectuó pocos cambios, solo tres en el intermedio, uno el del portero, y tres más a última hora, con el 0-2 en el marcador.

La principal virtud se localizó en la disposición colectiva. En torno a la idea de ir a buscar al rival a su terreno, supo el Athletic desenvolverse coordinado y generoso. Fruto de esa intención y gracias a la intensidad en las disputas, para anticiparse, encimar y recuperar la posición de inmediato, el partido siempre pareció inclinado a su favor. Conseguir el control, negarse en redondo a repartirlo y ser paciente para provocar situaciones ventajosas en ataque, fueron las líneas maestras de un guion que se le atragantó al cuadro germano. Los reiterados aspavientos de Rose en la banda certificaron la incomodidad del Borussia, de principio a fin. A partir de la hora le costó un mundo atravesar la línea divisoria con la pelota en su poder. Delante había un hueso, un enemigo antipático, práctico, que no especulador.

Esa forma de vivir el encuentro por parte de los futbolistas del Athletic, tan metidos, concentrados, atentos, refleja la existencia de un clima en el vestuario. Son las ganas de pasar página, de reivindicarse en clave de equipo. Pero también en el plano individual porque motivos hay de sobra para tomárselo muy en serio. Cada cual por las razones que sean: porque vienen de una temporada donde no dieron la talla, porque aspiran a elevar su protagonismo o porque, sencillamente, se han de dar a conocer. Historias personales que por ahora desembocan en una puesta en escena coral de la que Marcelino no tendrá queja.

Por delante, un margen de mejora que atañe a aspectos perfectamente detectados. No todos, pero muchos relacionados con lo que se ha de hacer en el espacio comprendido entre el círculo central y la portería ajena. Interesa también evitar concesiones, minimizar errores, al equipo este clase de temas le gira una factura exagerada, es sabido, pero esa parte del trabajo es más fácil de llevar a cabo que la de coger la pelota y conducirla hasta la red.