S lógico que las comparaciones estén a la orden del día cuando no se ha cumplido ni un mes del cambio de entrenador. La impensable actuación del equipo en la Supercopa aparece como punto de inflexión entre la presente etapa y la que concluyó tras la victoria sobre el Elche. Desde entonces, el Athletic ha jugado cuatro partidos en los que ha habido de todo, aunque los correspondientes al citado torneo acaparen la atención por el rendimiento y los marcadores obtenidos frente a enemigos tan complicados. Hay un afán por definir las causas del sonoro éxito asociándolo a la figura de Marcelino García, la única pieza que no estaba en el período previo. El asturiano enseguida se ha quitado importancia, cediéndosela a los jugadores, consciente de que sus decisiones, por sí solas, no explican lo ocurrido ante Madrid y Barcelona.

El breve plazo para trabajar a fondo con la plantilla de que ha dispuesto Marcelino, no quita para que se hayan visto detalles que reflejan la existencia de un relevo en la dirección. Detalles, pero nada sustancial, lo que viene a confirmar que merece resaltarse la capacidad de adaptación del entrenador a su nuevo hábitat. El Athletic que acaba de dar su mejor versión no se parece demasiado a los conjuntos que Marcelino ha dirigido, más bien recuerda al mejor Athletic con Gaizka Garitano al mando.

En la Supercopa, los futbolistas desarrollaron una propuesta reconocible que no tuvo la continuidad deseable en los dos años anteriores. Presión muy alta, ritmo elevado, velocidad en las transiciones y un notable balance defensivo, eran señas de identidad que se plasmaban en partidos concretos, sobre todo contra los grandes, y también en fases de partidos de menor dificultad teórica.

Tampoco los hombres elegidos por Marcelino son muy distintos a los que actuaban asiduamente con Garitano y la mayoría se mantiene en su demarcación porque pasar del 4-2-3-1 al 4-4-2 es una cuestión de relativa transcendencia que apenas modifica la función de los protagonistas. A este respecto, como comentó Marcelino, lo que cuenta a la hora de apostar por un dibujo u otro son los perfiles de los jugadores. Estos y sus movimientos hacia arriba y hacia abajo, dotan o no de sentido a la pizarra, donde se pintan posiciones orientativas para lograr el equilibrio colectivo.

La primera novedad de calado que ha introducido Marcelino, al margen de mandar al equipo hacia adelante después del meneo sufrido ante el Barcelona en San Mamés, coincidió con el estreno en la Copa. En Ibiza puso de salida a seis jugadores que no fueron titulares en los tres partidos anteriores: Ezkieta, Lekue, Berenguer, Morcillo, Sancet y Villalibre. Luego aseguró que se trataba de una apuesta muy meditada y que, por supuesto, insistiría en esa línea.

Los dos argumentos que empleó para justificar la rotación fueron sencillamente redondos. No por su originalidad sino porque reflejan una concepción racional aplicada a la gestión de la plantilla. "¿Qué pensarán los futbolistas si juego con los mismos?" soltó. Y siguió: "Tengo que transmitirles que son parte importante del equipo y que les necesitamos". Y remató la exposición: "No podemos jugar enero con el mismo once, así no se puede competir. Hacemos mucho esfuerzo en cada partido y tenemos que hacer partícipes a todos". Podría agregarse un motivo más, que no mencionó, pero sin duda Marcelino tiene en mente: solo a través del contraste en la competición sabrá con exactitud cuál es el potencial de cada integrante de la plantilla y de esta en su globalidad.

En la crónica del partido de Ibiza se omitió el nombre de Balenziaga al enumerar a los titulares de la Supercopa que repetían en la Copa. Un fallo del firmante que acaso sea achacable al subconsciente. Balenziaga acumulaba dos años de suplencia, Yuri era intocable, estaba en el campo incluso fuera de forma o aquejado de molestias y esa persistencia acaba generando la convicción de que sin él las probabilidades del Athletic se resienten en exceso. La Supercopa ha demostrado que no es así, que con Balenziaga el equipo también aspira al máximo. Lo grave es que esta conclusión podría ser aplicable al resto de la gente (seguramente, no toda) que ha estado infrautilizada a lo largo de muchísimos meses.