ANTES del partido con el Atlético de Madrid se habló largo y tendido sobre el tema de los cambios. Estaba justificado por el calendario que se venía encima. Antes del partido con el Eibar, de nuevo salió a colación el tema de los cambios por el exiguo margen de tiempo para la recuperación. Antes del partido con el Betis fue inevitable reincidir en el tema de los cambios, pues la carga de esfuerzos empezaba a alcanzar cotas exageradas, insanas cabría apuntar, y garantizar una buena respuesta física era innegociable después de dos empates. Calculadora en mano, no superar al Betis equivalía a despedirse de Europa de forma prematura. Habiendo ganado, el Athletic mantiene opciones, tampoco demasiadas, pero no era cuestión de pinchar el globo a falta de ocho jornadas.

Antes del partido con el Barcelona, el tema de los cambios no solo conserva toda su vigencia sino que merece una profunda reflexión. Desde que se supo cuál sería la frecuencia de los encuentros hasta la fecha de hoy, permanecen invariables las razones para abogar por un uso inteligente o pragmático de los cinco cambios que se pueden realizar en la actualidad. Esas razones, tan manoseadas ya, descansan en una lógica de muy fácil comprensión. Es decir, no es preciso ser un erudito en ciencia balompédica para afirmar que refrescar las alineaciones a fin de proteger la integridad de los actores y procurar un rendimiento colectivo lo más sostenido posible partido tras partido, es un objetivo en sí mismo en la presente coyuntura.

Se temía que Gaizka Garitano fuese uno de los entrenadores más remisos en el reparto de minutos. Verle funcionar al mando de esta plantilla durante año y medio alimentaba dicha sensación. Tres partidos o, lo que es lo mismo, una semana en que se han acumulado unos 285 minutos de competición, han bastado para corroborar que no se trataba de un prejuicio. Distribuir y compensar las cargas de trabajo a partir de la existencia de un grupo de jugadores que excede la veintena, alternar las piezas o efectuar correcciones sobre la marcha, son aspectos secundarios en la dinámica del Athletic. Aquellos recursos que deben facilitar la tarea y aportar soluciones que eleven el rendimiento con un calendario tan denso, para Garitano no son interesantes.

Prefiere atenerse a apuestas fijas, un once de carrerilla complementado por dos o tres meritorios, y prescinde abiertamente de alternativas, en este caso la mitad de la plantilla, más o menos. Los datos que avalan la frase anterior son incontestables y fáciles de recopilar. Por supuesto siguen la línea descrita antes de que el campeonato se interrumpiese, aunque ahora a lo bestia. Y da igual lo que diga o insinúe ante el micrófono porque a la hora de la verdad lo que escribe en su pizarra es concluyente.

Esa visión tan particular de Garitano, tan cerrada o inflexible, no ha sido impedimento para que en el balance general prevalezcan los resultados positivos y figure algún éxito sonado. Ahí, poco hay que discutir. Sin embargo, llama la atención que en un momento tan delicado, donde es necesario repensar cada decisión por el riesgo cierto que conlleva, se exponga hasta el punto apurar al límite con sus favoritos y pueda llegar a admitir públicamente que tiene al personal “reventado”.

Las declaraciones posteriores a la victoria sobre el Betis fueron desconcertantes. No tuvo rubor en detallar las circunstancias adversas que confluían en ese partido. Fue desgranando lo que ya se sabía, que era el tercer duelo en seis días, que el Betis tenía ventaja porque llegaba más descansado, que el Athletic se había pegado sendas pechadas ante Atlético y Eibar, que encima habían repetido la mayoría de los hombres, que es imposible que el punto de forma sea bueno tras el parón de tres meses, etc. En fin, cantó una extensa lista de pegas objetivas que afectaban muy seriamente la integridad y la competitividad de su equipo, pero lo hizo como si no fueran con él, como si él no fuese el responsable de paliarlas. Y de hecho, el sábado no articuló ninguna o casi ninguna medida para compensar las debilidades de su tropa. Ni en la confección de la formación de salida, dado que solo introdujo tres novedades respecto a la alineación anterior, que a su vez era casi calcada a la precedente; ni en el apartado de los cambios reaccionó a tiempo para impedir que el Betis pusiera en peligro tres puntos que había catalogado de básicos.