Con el Athletic nos pasa mucho esto. Llevamos unos cuantos años que no centramos el tiro. La historia nos lleva quizá a ese pensamiento grande, pero la realidad y lo conseguido los últimos años nos acerca de verdad a cuál es nuestro lugar en el fútbol actual. Nos enfadamos y damos palos al equipo cuando no se gana el partido de vuelta de la semifinal en Mestalla ante el Valencia. Damos por normal estar en finales de la Supercopa y haber estado en las dos últimas finales de Copa. Hay barra libre para atizar a todo el que se menea, esto sobre todo en los últimos tiempos, y abusamos de un cortoplacismo extremo a la hora de analizar el por qué del momento. Sinceramente, creo que hemos perdido la perspectiva.

El Athletic hoy es un equipo con muchas virtudes y bastantes limitaciones. A mí me encantaría haber jugado en Primera División, pero ni técnica ni físicamente estaba preparado, como yo, miles de niños en Bizkaia. Es un ejemplo para concienciarnos de la dificultad que tiene llegar ahí. Imaginaos en un club que no tenga filtros, que elija en todo el mundo. Marcelino ha logrado tener un equipo competitivo en cada partido, pero al que se le ven las costuras en momentos clave. Somos muy generosos, quizás los que más, pero para nada somos unos virtuosos del balón. Falta acierto, no solo en el remate final, en las últimas decisiones, ahí está el problema. En partidos contra rivales de menor entidad vale, pero en choques ante equipos con gente de nivel, pierdes.

No pierdes siempre, por supuesto, pero tienes muchas papeletas si ellos se juegan el condumio, es la ley de la chequera. El dinero no da títulos, pero sí da victorias. Nuestro caso es distinto y no lo podemos enfocar desde el dinero. Este es el gran error de los últimos tiempos, además, nosotros hemos elegido que sea así. Me harta mucho lo de los millonarios prematuros o lo de “están pensando ya en Ibiza”. Son calentones populistas que evitan el debate real.

Hay que reconocer que no estamos preparados para analizarnos de verdad y a valorar lo que hacen cuerpo técnico y jugadores en muchos momentos. Pensamos que tenemos que ganar partidos, que para nada son fáciles, y cargamos contra todo si no se da el resultado favorable. Amamos la filosofía, pero no queremos ver lo malo de ella. Es un poco extraño todo esto, lo peor es que depende de quién esté al mando tenemos un discurso u otro. Vamos, que o nos situamos o seremos permanentemente infelices. No quiero generalizar, hay gente que lo tiene claro hace mucho tiempo.