XAGERO al inaugurar esta nueva serie? Ojalá. Pero tengo muy fresco el recuerdo del estreno del primer diario el 11 de marzo de este mismo año. Se me tachó de cenizo y apocalíptico. Cuatro días después decretaron el eterno confinamiento que pasamos mientras miles de nuestros congéneres morían casi literalmente como chinches y otros miles pasaban semanas infernales en la UCI de hospitales siempre al límite. Impotentes ante la sangría que amenazaba con llevársenos, conjurábamos el canguelo aplaudiendo desde la ventana a las ocho de la tarde y repitiendo como una letanía que todo saldría bien.

¿Lo hizo? Ciertamente, no. Ahí están el zarpazo al censo y el cataclismo económico que no ve fondo. Sin embargo, en mayo las brutales cifras sanitarias fueron dándose la vuelta y se nos ofreció la posibilidad de recuperar, siempre con limitaciones, algunas de nuestras rutinas anteriores al desembarco del virus. Todo lo que se nos pedía era una migaja de sentido común para administrar una libertad más condicionada que condicional. Aunque la posibilidad de que nos tocara la lotería maldita no era descartable del todo, las actividades más peligrosas estaban tasadas y medidas. Sabíamos qué debíamos evitar a toda costa. Y unos lo hicimos, pero otros, no sé cuántos, no. Así hemos llegado hasta aquí.