SE la recuerda como una de las derrotas más lacerantes en la abigarrada historia del club rojiblanco y por eso la canalla se encargó de airear estos días con profusión aquel sucedido, el 26 de abril de 1999, cuando el Athletic cayó derrotado por 6-1 en el Lluis Sitjar de Palma de Mallorca. Amén de la paliza, la circunstancia de aparecer con pantalones verdes le dieron un sesgo circense al siniestro, y así se recordará por los siglos de los siglos. El regreso a la isla veinte años después de la hecatombe le pilló al Athletic con su segunda equipación color verde que te quiero verde, calzones incluidos, ¡vade retro, Satanás...!

Por lo que parece, Aitor Elizegi tomó cartas en el asunto, de tal modo los discípulos de Gaizka Garitano saltaron al campo con pantalones y medias blancas. O sea, con la segunda equipación, pero adulterada a conciencia para espantar el mal fario. ¿Qué otra razón pudo haber, si no, para tal licencia?

Imagínense, por un momento, ¿qué hubiera ocurrido si el Athletic pierde el partido enfundado en los calzones verdes?

Conocido que el fútbol tiene bastante de psicología y que en los detalles se esconde muchas veces el camino hacia el triunfo, el Athletic optó por la vía salomónica, el sorprendente verdiblanco, y la cosa terminó de aquella manera. Sin pena y sin gloria, pero con un punto más en el zurrón y la satisfacción de seguir invicto ante un rival áspero y pletórico de entusiasmo, no en vano hace dos años estaba en Segunda B.

De verde, aunque no de cintura para abajo, por si acaso, hasta los más supersticiosos respiraron con alivio y encontraron respuesta a su mantra en cuanto el árbitro pitó en el minuto 94 un penalti a favor del Athletic. Y ahí estaba el mismísimo Aritz Aduriz, un artista. ¿Nos tendrá guardada alguna sorpresa, ahora que está en plan despedida? ¿Será capaz de emular lo de aquel día frente al Valladolid, va para un año, cuando nos dejó a todos pasmados? Y efectivamente, la sorpresa fue que lo falló. Lo tiró de forma tan inocente que sin duda salió a relucir el factor humano. Claro que si en los prolegómenos del encuentro la afición bermellona le agasaja de aquella manera tan espléndida lo menos que le puede ocurrir al hombre es que se ponga sentimental. Así que Aduriz probablemente se encontró ante una duda existencia. Entre la obligación de ser implacable con el contrincante o mostrar misericordia. Aduriz golpeó la pelota como quien le pega a un balón de playa indicando su trayectoria a Manolo Reina. El portero paró sin dificultad, la grada agradeció al delantero guipuzcoano el último servicio prestado y el partido concluyó como merecía, con un justo empate.

Pero la jornada tuvo su punto más caliente en Donostia, donde todo le salió a pedir de boca a la Real, que pudo reinaugurar a lo grande el estadio de Anoeta, rebautizado Reale Seguros Stadium a cambio de un dinerillo y vuelto a bautizar la víspera como Reale Arena por una cuestión de sentido común.

Enfrente estaba el Atlético de Madrid, mal enemigo para afrontar una efeméride de calado y con una asistencia récord de público. 34.319 aficionados lanzaron aleluyas por tener al fin un campo sin pistas de atletismo, moderno y funcional, y también llevaron en volandas al equipo txuri-urdin hasta una victoria de época por su carga simbólica. Todo salió tan bien que hasta anotó Nacho Monreal, el flamante fichaje, poniendo el incontestable 2-0 y elevando el fragor de emociones hasta diluir la derrota sufrida en el derbi, quince días atrás.

La Real presentó también en sociedad a su mascota. Se llama Txurdin, tiene cara de balón ungido con una corona real, es decir, que es una extrapolación simplona del escudo a modo de guiño hacia los más txikis, supongo.

Se está poniendo de moda esto de lucir mascota. La tiene el Alavés, Babazorro, con pinta de raposo; y Osasuna, que hace años alardea de Rojillo y ahora tiene a Rojilla, rubia y resalada, que no duda en bailar y besarse con ese carapán con txapela y resultón. En fin. Txurdin, Babazorro, Rojillo/a. ¿Se imaginan al Athletic con mascota? ¿Leontxo? ¿Tximbito quizá? ¿Encaja en la filosofía?