LAS circunstancias me llevan hasta el 28 de mayo de 1995, jornada electoral y una de esas tardes marcadas a fuego en la historia de la Real Sociedad. Se puede decir sin ánimo de exagerar (bueno sí, quizá un poco) que aquel 5-0 transportó a la hinchada txuri-urdin al nirvana. El personal hizo la ola henchido de felicidad y hay quien jura haber visto al entonces alcalde Odón Elorza levitando sobre el palco de Anoeta. Resulta que Meho Kodro, el eficaz goleador de la Real, nunca le había metido un gol al Athletic. Pero ese día marcó tres a modo de grandiosa despedida, pues un mes después fichó por el Barça dejando en las arcas del club donostiarra un dineral y entre sus feligreses el regusto de la sabrosa victoria.

Como es lógico, aquello no se pudo comprender sin la generosa contribución del equipo rojiblanco, y de forma especial del entonces entrenador, Jose Mari Amorrortu, que organizó un temerario plan, con una defensa adelantada que hizo las delicias de Meho y compañía, para solaz, jolgorio y recuerdo infinito de la afición blanquiazul.

El pasado sábado no se llegó a tanto, válgame el cielo, entre otras cosas porque Gaizka Garitano no va de temerario por la vida, sino todo lo contrario, pero sí hubo dos lazos de unión: errores groseros y el grado de entusiasmo, muy superior en las filas de la Real. Por eso Imanol Alguacil reconoce sin ambigüedad alguna que el derbi es el partido más importante para ellos, y en consecuencia el triunfo adquiere dimensión de felicidad absoluta.

Pongamos el caso de Mikel Oyarzabal, que anotó el primer tanto del encuentro y fue protagonista singular en el derbi anterior, en San Mamés, donde marcó de penalti sendos goles. En ambas circunstancias el fino extremo zurdo alcanzó el paroxismo, y así lo quiso expresar besándose el escudo con embeleso y fruición. Es una forma suprema de exteriorizar ante los suyos un sentimiento profundo, que va más allá de la espontaneidad que surge de un hecho cotidiano en el fútbol profesional. El ceremonial con el que Oyarzabal se reafirma ante la tribu se incrementa según arrecian los rumores de una oferta por parte del Athletic, que el club donostiarra agradece (y él todavía más) con otra mejora sustancial del contrato, o se cierra el fichaje de un jugador con pasado txuri-urdin. Verbigracia Kenan Kodro, el hijo de aquel formidable delantero que hizo trizas al equipo rojiblanco el 28 de mayo de 1995. Esa tarde jugó unos minutos Joseba Etxeberria, antes de cambiarse de bando, y como es lógico también disfrutó de lo lindo de la soberana paliza.

¿Será silbado Kenan cuando juegue en Anoeta? ¿Llegará a hacerlo? ¿El grado de decibelios de la pitada será comparable a las que soportaron Etxebe e Iñigo Martínez o habrá comprensión con el chico, más que nada por respeto a su ilustre progenitor?

Rafa Alkorta ha puesto mucho empeño en defender la conveniencia del fichaje, el hijo de, aunque se sabe que ha estado dando tumbos por Alemania, Suiza y Dinamarca con escasa fortuna. Es verdad que contribuyó al ascenso de Osasuna a Primera en la temporada 2015-16, como dos años antes Kike Sola para evitar el descenso, y parece evidente que su llegada supone un mensaje de poca confianza por parte de la dirección técnica hacia los chicos de la cantera, como Guruzeta, Villalibre o Iñigo Vicente.

Sin embargo y con todo Kenan Kodro se merece el beneficio de la duda, al albur de los hechos consumados y porque no queda otra, aunque siga pareciendo un gesto desesperado de la directiva por fichar como sea a un delantero.

Ya lo advirtió Garitano de vísperas, cuando la victoria ante el Betis hizo que el fantasma del descenso quedara conjurado: un par de derrotas seguidas, y vuelve la angustia. El Athletic perdió en Anoeta tres puntos y buena parte de la credibilidad recobrada, y lo peor del asunto es que pueden confirmarse los malos augurios de Gaizka. El domingo llega a San Mamés el Barça y la sombra de una segunda derrota consecutiva. Confiemos en la prudencia de Ernesto Valverde, con el doble enfrentamiento con el Real Madrid en ciernes, para que no cometa excesos. Y sobre todo cuide mucho a Messi. No conviene arriesgar...