Cuando la oruga del lepidóptero se encapsula en su capullo y de esta crisálida surge después una bella mariposa decimos que ha vivido una crisis vital individual, aunque la sufra toda la especie y, además, sea de seda. No lo sabía, simplemente he buscado en Internet y se lo cuento a ustedes. Más del 92% de la población vasca tiene acceso a Internet, y pronto llegaremos al 100% en una revolución digital que la actual explosión vírica nos está permitiendo ver en toda su magnitud.

Desasosiega observar sobrepasados a los dirigentes, con respuestas dubitativas, cambiantes y hasta contradictorias entre ellos y de unos días a otros. Nos alarma el desplome bursátil, los datos empresariales y macroeconómicos en caída libre. Nos intranquiliza tan solo el llegar a sospechar que haya intereses farmacéuticos o geoestratégicos en la crisis€ Por el contrario, nos alegra ver nuestra atmosfera libre de gases nocivos, nuestros ríos más limpios, nuestra contaminación acústica y lumínica reducidas€

Sí, pero en el fondo pensamos ¿qué hay de lo mío, de mi trabajo? En realidad, estos cambios comunitarios no nos sorprenden demasiado, aunque los veíamos algo colaterales, no de forma individual, personal. Sin embargo, con esta crisis sociosanitaria que muta día a día a revolución, nos llegan cambios drásticos personales que esperábamos, pero más adelante.

Como nuestro/vuestro teletrabajo, que no creo vaya a ser una efímera solución, sino realidad cotidiana en aumento exponencial, con alteración de las relaciones laborales, pero también familiares y de los horarios y hábitos de compra y de ocio. Sin vuelta atrás.

Viendo cerrar fronteras a las personas, pero no a las mercancías ni al dinero y mucho menos a los virus, me pregunto si no habrá llegado un cambio de inclinación de la balanza seguridad/libertad hacia el platillo de la seguridad. Visto el relativo éxito asiático ante el virus con medios muy coercitivos y sacrificando la libertad personal, quizá en Europa se planteen restringir nuestra libertad en aras a esa seguridad; de aquí a limitar movimientos, opiniones discrepantes y decisiones personales de libre albedrío puede que haya un pequeño paso.

En Israel ya instalan app que permite localizar a quien sufre o haya sufrido la infección y así evitar el contacto. Parece buen sistema. Pero esto implica que ese big data que se nos echa encima vaya acumulando datos personales hasta el punto de saber más de mí que yo misma. Cuenta corriente, trabajo, domicilio, aficiones, situación fiscal, y también nuestra fiebre, patologías, € y cuando muy pronto la edición génica se expanda, también nuestros datos genéticos. Analizando los datos personales que vía big data ha utilizado China para controlar a sus ciudadanos, la libertad personal queda en entredicho.

Con ser doloroso el tránsito final de tantas personas, y preocupante que casualmente tantas sean ancianas, la crisis vírica nos puede dejar otro tránsito hacia una revolución sin retorno.

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