LA CDU (cristianodemócratas) alemana es acéfala en estos momentos y lo será, por lo menos, hasta el próximo 25 de abril, cuando celebre su congreso extraordinario. Y si oficialmente en estos momentos no hay nadie en el partido que marque la pauta, aspirantes a hacerlo sí que hay. Pero pocos -tres- y relativamente poco atractivos para la masa de afiliados.

Claro que esto también se puede ver de otra manera: los largos años de mando de Ángela Merkel al frente del país y de la CDU han sido tan pragmáticos como carentes de ideología. Es decir que este ir con la corriente ha permitido vivir prosperar en paz, pero sin marcar rutas y prioridades políticas; tampoco ha permitido siquiera sentar las bases con que afrontar los cambios necesarios para un futuro que es, evidentemente, incompatible con el inmovilismo.

La CDU viene padeciendo una sangría electoral alarmante desde hace años y este declive ha sido soportable para la dirección del partido únicamente porque el rival tradicional -los socialdemócratas (SPD)- está perdiendo aún más votantes. Pero el porvenir inmediato del partido alarma. Y alarma tanto que uno de sus dirigentes más destacados, el ministro federal, Jens Spahn, se ha retirado de la lucha por la jefatura. Al ambicioso y calculador político Spahn le ha parecido que incluso si ganase, hacerse con la jefatura de la CDU ahora sería un mal negocio. Y no digamos, si lo intentase y fracasara€ Esto explica que siendo el favorito en la carrera, Spahn retirase súbitamente la semana pasada su candidatura. Y no solo abandonó la lucha por la jefatura, sino que anunció públicamente que pedía a sus seguidores que apoyasen a partir de ahora a Armin Laschet, jefe del Gobierno de Renania Westfalia, y el candidato más próximo a Merkel y su "política amorfa".

En realidad, el 25 de abril próximo, la CDU tendrá que elegir entre un empresario de ideas claras y grande éxitos mercantiles, pero de programa muy conservador -Friedrich Merz-; un rupturista moderado -Norbert Roettgen-, que es menos conocido entre los afiliados que los otros dos candidatos; y un continuista, Laschet. Para los dos primeros esta elección es prácticamente su última oportunidad de encaramarse a la cima del partido; no es precisamente un buen argumento. El tercer candidato tiene la ventaja de su posición en el mundo de los Gobiernos federados y de tener el visto bueno de la dirección federal. Aunque, a la hora de la verdad, este último argumento podría resultar contraproducente€