menos que encuentres a alguien que te pague por beber bebidas tropicales, hacer snorkel, o tomar el sol tirado a la bartola (aunque sea en la sombra, como hacemos los sudorosos hijos de Eva...), la vocación de uno no es estar de vacaciones, dicho sea ahora que está llegando su hora. La palabra vocación deriva del latín vocare y significa llamar. Para llegar a ser un sacerdote, según se dice, se requiere la sensación de haber sido llamado al ministerio directamente por Dios, sentir la vocación.

Ahora que se anuncia, a bombo y platillo, que aparecen en el panorama dos vocaciones religiosas que se han atrevido a dar el paso en Bilbao, surge la ocasión de reflexionar. Por ejemplo, que una sociedad en la que la vocación y el trabajo se separan de la mayoría de la gente crea una economía que es a menudo carente de espíritu, que llena con frecuencia nuestros bolsillos a costa de vaciar nuestras almas.

¿Les parece demasiado espiritual ese pensamiento? Dicho sea con permiso de Groucho Marx, tengo otro. En realidad no es mío, es de otra persona. Lo uso porque encaja para la ocasión. Es de Héctor Roberto, el nombre propio de Atahualpa Yupanqui. "Yo camino por el mundo. Soy pobre. No tengo nada. Solo un corazón templado, y una pasión: la guitarra". Eso es una vocación.

En verdad, el mejor consejo que puede uno darle a quien empieza en esto del vivir es "sé aquello para lo que has nacido". Lo complicado, lo jodido, por decirlo en plata, es averiguar para qué ha nacido uno. Al parecer estas dos personas hoy ya lo tienen claro: saben lo que quieren ser. Marco Aurelio fue emperador, filósofo y escritor romano y un hombre que tenía claro el consejo: encaríñate con tu oficio, por pequeño que sea, y descansa en él. Háganle caso, es un sabio. No por nada, también nos dijo que el verdadero modo de vengarse de un enemigo es no parecérsele. l