A soledad es un buen lugar para encontrarse, pero uno muy malo para quedarse. Les hablo no ya de la soledad física, que también duele cuando no está buscada ni deseada, sino de la soledad emocional, un río de abandonos, descuidos, vacíosm despedidas par siempre o menosprecios que desemboca en el mar negro contaminado por problemas de hostilidad, resentimiento, depresión, tristeza y ansiedad, que a su vez reactivan mecanismos neurobiológicos que pueden dañar la emoción, cognición y conductas de salud, como riesgo a adicciones y peor calidad del sueño, siendo la idea del suicidio y el mayor riesgo de morir prematuramente los factores más preocupantes en la actualidad.La soledad es peligrosa: cuando estamos solos mucho tiempo, poblamos nuestro espíritu de fantasmas. Se diría que, llegado un tiempo que supera nuestra voluntad, una persona sola acaba por frecuentar malas compañías. En no pocas vida -diría casi que en la mayoría...- la independencia siempre fue el deseo y la dependencia siempre fue el destino. Salvo rareza o espíritus muy elevados una vida en común agrada más que ese deambular de lobo solitario.

"¡Oh, soledad, alegre compañía de los tristes!", decía Miguel de Cervantes. Y un pajarito me contó que lo que en verdad duele no es el estar solo sino el sentirse solo, el tener la certeza de que ya no queda nadie a quien de verdad importes. La vida no debería despojarle a uno de la edad madura sin antes darle un buen puesto en la vejez, cuando ya no tienes fuerzas para buscarte nuevas compañía, cuando ya no tienes aliento para emprender un nuevo camino. Es ésa una dolorosa sensación. Cuando a uno se le puebla la azotea de esas preguntas terribles (¿A quién le importa? ¿Qué más da? ¿Qué o quién me espera? Entre otras...) resulta complicado sacudirse de encima las ganas de irse.