E ese apellido que tanta fortuna alcanzó no queda apenas recuerdo alguno en las calles de Bilbao, como si sobre la estirpe hubiese caído una rara maldición. Es extraño el olvido si se considera que la familia llevó sobre sus hombros, durante décadas, buena parte del peso de la revolución industrial, el motor que hizo de Bizkaia la tierra tractora del progreso. Un amante del rock cualquiera hablaría de ellos con la pasión que hablan de The Ramones, aquella banda de Forest Hills (Nueva York, Estados Unidos), pioneros del naciente punk. No por nada, Ramón Sota Llano, Ramón Sota Aburto y Ramón Sota Mc Mahon propiciaron la explotación de las minas, navegaron hacia el porvenir desde el Astillero Euskalduna, tuvieron su peso en el gobierno de Bizkaia y estuvieron ligados al nacimiento del nacionalismo vasco, ligado con la desaparición de los fueros y la aparición en escena de Sabino Arana.

En la vasta cultura popular de hoy apenas se habla del edificio Sota de la Gran Vía y pasa desapercibido, por ejemplo, que Ibaigane fue la casa del patriarca, Sota Llano, fundador de los Astilleros Euskalduna; que Sota Aburto trató de salvar el expolio en la Guerra Civil a una familia que llegó a ser una de las más poderosas de Europa en los años veinte del pasado siglo o que Sota Mac Mahon, quien ya en Estados Unidos participó en la Segunda Guerra Mundial, se codeó con espías y fue responsable de los Servicios Vascos del exilio en Argentina.

Quienes se han sumergido en la travesía de esta dinastía burguesa y dinámica intuyen que fueron los 40 años de la oscuridad sobre su luz durante la dictadura franquista los que propiciaron ese olvido. Es lo más plausible. Como también es evidente que aquellos días negros ya se fueron y que Bilbao bien pudieran reparar, de alguna manera u otra, aquel olvido. Sería un asunto de ley o, si lo prefieren, un artículo preferente en la justicia poética, que tanto agrada a los pueblos. Mantener ese apellido en el almacén es toda una rareza.