L truco está en darles a los demás la misma importancia que ellos te dan a ti, no en replicar hombres y mujeres fotocopia, si es que me permiten decirlo así. Hay que ser conscientes de que en la diferencia está la igualdad, habida cuenta que todos los seres humanos somos únicos e irrepetibles. Partiendo de esas premisas se hará el camino correcto, por mucho que no falten algunas voces discrepantes, a una y otra orilla de la humanidad, que no sean capaces de ver más allá de sus derechos, de sus apetitos y de sus santos coj... ¡vamos, que ya me entienden!

Después de que ayer el Consejo de Gobierno de la Diputación Foral de Bizkaia aprobara el sexto Plan para la Igualdad de Mujeres y Hombres en Bizkaia 2021-24, una estrategia concretada en catorce programas, 32 objetivos y 150 medidas, uno puede pensar que no es suficiente con amueblar bien la azotea, que no es solo un asunto ético o filosófico, sino que han de ponerse los pies en la tierra con medidas concretas. Hay que hacerlo así si pretendemos igualarnos en la diversidad porque de buenas palabras no se alimenta uno, aunque no estén de más.

Con la ley en la mano se ajustan y corrigen los errores, pero es con la educación como se evitan. No se trata de tener derecho a ser iguales, sino de tener los mismos derechos que el otro a ser diferentes. Esa solución, ya lo sé, es más complicada y más larga en el tiempo, pero uno tiene la sensación de que es la más eficaz a largo plazo. Mientras tanto, mientras seamos incapaces de ver la viga en el ojo propio poco tenemos que decir de la paja en el ojo ajeno. Como dijo Nelson Mandela, "Nadie nace odiando al otro por el color de su piel, su origen o su religión. El odio se enseña, y si se puede aprender a odiar, también se puede enseñar a amar". Tampoco se odia el género desde la cuna así que debemos aplicarnos en unas enseñanzas y olvidarnos, por completo, de las otras. Las que nos envenenan.