ON las sensaciones que despiertan los sentimientos. Como bien nos enseña la Vieja Maestra a cada día que pasa, la vida es una sucesión de lecciones que deben ser vividas para ser entendidas. Esa ha sido la apuesta de la Fundación Síndrome de Down: impulsar el aprendizaje desde la diversión, los sentidos para que se disfruten con sensibilidad. La nueva sala sensorial y cognitiva puesta en marcha agita, sobre todo, el corazón de la gente que padece síndrome de Down. Les incentiva y les mueve y remueve por dentro.

Viendo cómo disfruta la gente usuaria de este espacio uno diría que en su interior hay una máquina mágica, un artilugio que nos demuestra que la felicidad no está hecha sino que hay que hacerla a cada momento. Ese es el desafío que trae quintales de alegría a la gente que padece síndrome de Down.

Recordemos que el síndrome de Down es una modificación genética, consistente en la existencia de tres cromosomas en el par 21. Quiere decirse que se trata de un extra, un exceso, más que una enfermedad. Pero ni aún así ha de pensarse que la sala sensorial, donde se incluyen los efectos aromáticos, es un parque de atracciones para la gente afectada sino una mecánica de enriquecimiento, un sistema de aprendizaje.

¿Para qué? Para darles más aire de supervivencia, una forma de estar más independiente. Para formarles en la vida que les quede por delante. Es toda una apuesta a mayor, una manera de enseñarles el camino de la vida para cuando tengan que emprenderla con menos apoyos, para cuando les falten algunos de sus apoyos habituales. Es hermoso ver cómo se han volcado en la construcción de este espacio sensorial, cómo se han involucrado en la defensa de la gente afectada por el síndrome de Down. Y es más bello aún ver cómo se involucra la gente que puede sacar provecho de este tipo de espacios. Con qué interés se aplican en estos intentos de ganarle metros a la vida.