MANECE que no es poco. Pido prestado el título al cineasta José Luis Cuerda, un hombre de rocambolescas visiones y malabarista de lo absurdo, no solo porque encaja con lo vivido estos días de resurrección en los que se vislumbran los primeros rayos tras meses y meses de tinieblas, si es que se puede decir así, sino porque, haciendo una pirueta, el argumento encaja también con lo vivido. Les cuento o les recuerdo, según hayan visto o no la película. Un joven ingeniero español que trabaja en la Universidad de Oklahoma regresa a España para disfrutar de un año sabático. Junto a su padre, llega a un remoto pueblo de la montaña que parece desierto, aunque en realidad todos los vecinos están en misa, como cada día del año.

¿Acaso no les recuerda a algo...?

¿No? Sí, hombre sí, estamos a un paso de llegar a mediados de marzo, aquellos días en los que hace ya un año, nuestros pueblos y ciudades fueron vaciándose hasta el punto de quedar casi desérticas. No estábamos en misa de doce, pero casi. Quienes le tienen fe al asunto se diría que sí rezaban, pidiéndole a San Judas Tadeo, patrón de los imposibles, una intermediación. Oigan, oigan si no me creen por donde camina la oración. "Oh, venerado San Judas Tadeo, siervo fiel y amigo de Jesús. Muchos son los que te honran y te invocan en el mundo entero, como el patrón de los casos imposibles y de las causas desesperadas. Ruega por mí, que me siento tan impotente y solo. Por favor, consígueme ayuda visible y rápida. Ven pronto en mi auxilio en este momento de gran tribulación que aflige a mi alma para que pueda recibir el consuelo (...)". Visto como se fueron acumulando las horas, los días, las semanas y los meses en soledad todo encajaba con la plegaria. Casi un año más tarde ver a los mayores salir al sol nos recuerda al amanecer tras un tiempo entre absurdos.