NO queda más remedio y ojalá que así sea en los próximos días, semanas, meses... Aquel al que en su día llamamos castigo divino, el trabajo, hoy está considerado gloria bendita. Hemos sido testigos, en un pleno municipal, de cómo Bilbao va amoldándose a la trepidante realidad de hoy en día: exigente y atenta a sus necesidades. Hoy la bicicleta, tan apegada a nuestros sueños de la infancia -no me digan que aprender a andar en ella no es, probablemente, el primer éxito personal de nuestra vida, una vez cogido el equilibrio para ponerse en pie y andar...-, se ha convertido en un vehículo fundamental como barrera defensiva para los contagios. Así lo entiende el personal que demanda, más que nunca, las dos ruedas para desplazarse en solitario. "No importa si está lloviendo, brilla el sol o hace cualquier clima. Siempre que voy en bici soy el hombre más afortunado del mundo" , nos dijo el sprinter británico Mark Cavendish, hace algunos años. Pensábamos que era algo exagerado, pero vista la demanda de hoy no queda más remedio que darle la razón.

Ese fue uno de los temas tratados entre los y las vigilantes de la ciudad. También hubo un recuerdo para la mujer, cuya presencia en las calles (en el nombre de las calles, quiero decir...) ha de ser más visible. Como quiera que la violencia machista hubiese deseado borrar a la mujer de la faz de las calles de un plumazo, el Ayuntamiento trabaja duro para crear un espacio que anule esa macabra tentación, un lugar donde germinen tres ideas que ejerzan como antídoto al horror doméstico: recuerdo, memoria y reparación. Si a ello se le suma que han apostado por mejorar las condiciones de uso del Servicio de Ayuda a Domicilio (SAD) para garantizar el cuidado de las personas que lo necesitan uno tiene la sensación de que, más allá del día a día vírico, Bilbao hace un esfuerzo por respirar al compás de su ciudadanía. No es un mal propósito. Se lo agradecemos.