LA enseñanza y el aprendizaje on line que tanto se valoran hoy en día, cuando el contacto se ha convertido en uno de los demonios de nuestra contaminada época, tienen relativo valor. Algo así como el off the record para el periodista, un conocimiento de gran interés en ocasiones, pero de escasa utilidad la inmensa mayoría de las veces. Ahora, cuando se abren de nuevo las puertas de la Universidad tras meses de silencio se ofrece la oportunidad: comprarse un curso de tal o cual materia, no tengo muy claro si con el esfuerzo de tal o con la tarjeta de crédito de cual. Ese manejo internáutico, quizás porque a los de cierta edad la transformación nos llegó a mitad de camino, da un nosequé. Me recuerda, por ejemplo, a la vieja sentencia de Paul Valery cuando decía que los dioses facilitan el primer verso; los demás, los hace el poeta. Internet será un dios, no lo dudo. Ahora hace falta que los demás nos pongamos a hacer rimas.

"Me gusta la gente sentipensante, que no separa la razón del corazón. Que siente y piensa a la vez. Sin divorciar la cabeza del cuerpo, ni la emoción de la razón", nos dejó dicho Eduardo Galeano antes de irse de este mundo predicando con el ejemplo. El temor que uno tiene es que, marcándose las distancias, uno tiene la tentación de separar razón y corazón, dos músculos que acostumbran a rendir por todo lo alto cuando funcionan al alimón. Por eso es gratificante ver cómo una buena parte del alumnado apuesta por acudir a clase y otra buena parte del profesorado les espera allí con ese pellizco de ilusión ante el encuentro. Ambos se encontrarán, a nada que no hayan perdido la condición esencial de su cargo, en las tierras de la curiosidad, el paraíso sobre el que se mueve el progreso. ¿Que hace falta valentía para acercarse? Por supuesto. Pero la ganancia que ello conlleva es enorme. Enhorabuena a quienes apuestan.