ARA quienes lo desconocen, les diré que Stratego es una leyenda en su categoría. Se trata de un juego de mesa de estrategia donde han de conquistarse tierras y ejércitos en el que los jugadores no pueden ver los rangos de las piezas del oponente, por lo que la desinformación y el descubrimiento son facetas importantes en el juego. La realidad que nos rodea, no lo nieguen, tiene cierto aire a este juego. Basta con que observen el parque con las zonas parceladas cuya conquista, sobre todo en las zonas de sombra, es todo un logro. A lo largo de los últimos meses nos ha faltado conocimientos sobre el origen y la evolución del coronavirus -desinformación- y hemos celebrado el hallazgo de una mesa libre en la terraza o la posibilidad de dar un paseo. Por el barrio, primero y por la playa de veraneo después. Lo celebramos, digo, con los ojos con los que Colón y los suyos vieron el Nuevo Mundo. Los ojos del descubrimiento.

Son ya días, semanas y meses dando vueltas y vueltas, siempre en el mismo cangilón de la noria, siempre viendo la realidad desde el mismo puesto. Llegamos a aprendernos el paisaje de memoria. Ayer la cosa cambió. Que cambie la cosa no sé si es bueno, malo o mediopensionista, pero desde ayer aparece una pieza nueva en el tablero: la campaña electoral. Bueno, nuevo, lo que se dice nueva, no lo es tanto. En el último par de años se ha votado con tal frecuencia y hábito que en las escaleras de vecinos ya se ponen urnas para elegir al presidente de la comunidad y en el vestuario del Athletic, para escoger capitán. Sin embargo, han bastado tres meses de silencio en la calle para que resulte novedoso hasta el chachachá de la megafonía. Será una campaña de verano extraña, sin besos ni abrazos -solo nos faltaba ver a la clase política (¡menuda clase!) saltándose las reglas por un puñado de votos...- y, lo que es de agradecer, de corto recorrido. También ahí hará falta la maestría propia del Stratego, el juego nuestro de estos días.