OR encima del miedo y el desengaño, del dolor por las ausencias y el temor por las amenazas, más allá de la misma muerte, emergen las expectativas y los deseos, la luz que alumbra allá a lo lejos, a la salida del túnel. Nos lo dijo el mismísimo Charles Darwin, padre de la evolución: no es el más fuerte ni el más inteligente el que sobrevive, sino aquel que más y mejor se adapta a los cambios. A la espera de la anhelada fase 2, que hará de este lunes un domingo, un día festivo, los supervivientes dibujan una media sonrisa. Como si en el gesto entonasen un "aquí estoy" .

No solo es por estar vivo, que ya lo es todo, sino porque confían en que el pasado mañana se parezca al anteayer, porque mantienen viva la esperanza de que los suyos y lo suyo (el puesto de trabajo, la cuadrilla, los bares donde vivieron, el cine, el teatro, el propio Athletic, si me apuran...) estarán ahí, esperándole. La fase 2, les decía. Tal y como están las cosas, llamo talento al sentido común cuando no se dedica tan solo a la supervivencia de la que les hablaba sino también a la convivencia con el prójimo. Sentido común que ha de pedirse en los dos sentidos, en quienes están obligados a cumplir las normas y en quienes están llamados a imponerlas y a hacer que se cumplan. Un detalle de ayer mismo, espero que anecdótico. Un policía municipal obligaba a los ocupantes de una terraza (los metros cuadrados más caros de ver en estos días...) a que tuviesen puesta la mascarilla mientras no consumían. El guardia lo pedía a cara descubierta, como si el suyo no fuese delito, como si el mandato de la ley no le afectase a él, ángel de la guardia de las aceras.

No nos detengamos ahí, no obstante. Si se ha llegado a este punto de salida es porque la inmensa mayoría hizo lo que debía con actitud espartana. La fase 2, les decía. ¡Con qué ilusión la esperamos!