OY o en cualquiera de estos días de espera, tensos como cuerda de guitarra, habremos jugado -¡y ganado!- mil y una veces en la imaginación las dos finales que se avecinan como fabulosas tormentas, espectáculos de la naturaleza futbolística. Algunos incluso fantasearan con la idea de que se atormenta el vecino. La afición se habrá regodeado en la ensoñación de ver como sobre el verde césped de La Cartuja, el Athletic ha vuelto a escribir una gloriosa página deportiva y se ha ido al cielo de los alirones, donde siempre tiene una nube a la espera. Me guía un poeta argentino para recordarles, para recordarle al propio Marcelino que se lo imagina pero que no lo sabe aún, que ser del Athletic es levantarse de la tierra de una temporada que caímos de bruces, con una fuerza que reclama desde la alta historia de este equipo. Para esta hinchada, para este pueblo, no hay frontera entre el sueño y la vigilia. Somos duros, como nuestro roble. Y luchadores.

Por eso hoy o cualquiera de estos días de espera, cuando uno escucha la torpe pregunta de con qué final de las dos te quedas uno sabe que quien la hace no es uno de los nuestros, no es alguien que conozca los secretos de este equipo donde está prohibido decir "nunca" y es obligado decir "siempre". Ser del Athletic, quien lo siente lo sabe, es saber que el corazón de este león del fútbol es resistente, que nunca está en tinieblas, y que siempre alumbra dentro de él una luz. La luz que nos guía y nos lleva a buen puerto, donde aguarda la imposible gabarra de estos días. Tal vez el Athletic no navegue por precaución pero jamas de los jamases hay que pedirle que elija. Quiere las dos.