QUÍ y ahora empieza la gran travesía, pero no hay expedición que desconozca que la cima es la mitad del camino. El Everest del Athletic a estas alturas es la clasificación continental que hoy comienza con el partido frente al Leganés, atrapado en la sima del descenso y con la pierna rota, y que el próximo domingo conocerá su desenlace, allá en Granada. Ahí está el Athletic, apenas a unos metros de la cumbre. El escalador legendario Kurt Diemberger dejó claro que un ochomil -y quien dice un ochomil, dice cualquier montaña de difícil escalada...- solo te pertenece cuando has vuelto a abajo, mientras tanto tú le perteneces a él. Ahí se encuentra la cordada de Gaizka Garitano, bien situada pero sin saber aún cuál será el logro, cuál la meta. Con todo, Europa es el objetivo, sea cual sea la fórmula que le espera para jugar allí en el otoño venidero.

En los mentideros de la afición hay posturas de todo tipo. No en vano, no faltan seguidores que apuestan por una no clasificación que permita al equipo de Gaizka Garitano ir forjándose en el año entrante, con la incorporación de los jóvenes más prometedores -Vivian, Sancet, Villalibre, Nolaskoain, Morcillo y algún que otro que se queda en el tintero de las sorpresas...- ni otros que piensan que ya va siendo hora de regresar a los escaparates continentales. Los hay que entienden que sería demasiado castigo para las piernas de los futbolistas y quienes consideran que ya ha sido largo el camino lejos de Europa para una afición que sueña con medirse entre los grandes del continente. Bien mirado, los dos tienen razón.

Visto con perspectiva, el Athletic entra en la recta de llegada con el trabajo cumplido. Los leones han llegado a la final de Copa y con la clasificación europea entre los dedos. Esa es la ruta que cualquiera firmaría, ajustada a la riqueza del equipo. Un sí o un no pende de un hilo y ahí ya entran factores de cualquier tipo. El VAR, sin ir más lejos.

El Athletic de los seis puntos, eso es lo que pide la afición. En la atmósfera se respira una final anticipada de Copa, quitarle a la Real Sociedad el oropel de la clasificación para la Europa League, logro que ya se consideraba txuri-urdin antes del confinamiento. Ese estado de ánimo superior en caso de lograrse el reto, inverosímil cuando el fútbol se detuvo, se considera, casi como el primer gol de la final. Quizás por ahí, por esa idea, es por donde se alcanza la unanimidad. Es en ese camino donde coincide la inmensa mayoría. Sospecho que incluso dentro del vestuario.

Visto así, el partido de hoy se considera de un valor mayúsculo. El Athletic se juega algo más que los tres puntos. Entra en liza la consecución de sus propósitos cuando el fútbol no era plano como hoy -tanta pantalla consecutiva y nada de emociones a flor de piel en el campo, con el equipo en tres dimensiones y el espectador convencido de que su empuje aporta, vaya que si aporta...- y la idea de ir minando la moral del enemigo que espera a la vuelta de la esquina. Todo eso se despliega sobre el tapete. Ya no cuentan las ausencias ni las presencias, solo la idea de que está en juego algo más que un partido, la idea de que los leones son capaces de imponer su ley en la jungla de este fútbol alborotado.