los nacionalistas son muy eficaces en el ámbito local pero inocuos en el internacional”; “La gente estaba orgullosa de ser riojana y alavesa y ahora generaciones enteras reniegan de esas raíces”. Son algunas de las afirmaciones que han podido leerse tras la publicación en el Boletín Oficial del Estado de la nueva Denominación de Origen Protegida Arabako Mahastiak/Viñedos de Álava, presentada en su día por la Asociación de Bodegas de Rioja Alavesa (ABRA).

¿Hablamos de negocio o de política? ¿Debe analizarse esta discrepancia abierta entre los bodegueros de Araba como un posicionamiento ideológico o debe ser abordada, como parece más lógico, desde una vertiente empresarial/negocial, y sobre esta premisa de análisis evaluar su acierto o su desacierto?

Las pequeñas bodegas alavesas críticas con la Denominación de Origen Rioja han celebrado tal publicación en el BOE, que marca el inicio de todo un proceso y abre un periodo de dos meses para presentar alegaciones. La petición formalizada cumple con los requisitos establecidos en el Reglamento de la Unión Europea, algo que ha sido celebrado en las pequeñas bodegas críticas como un éxito y en cambio criticado por parte del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Rioja al considerar que fuera de Rioja no hay futuro.

Más allá de la política, el debate debería centrarse en cómo potenciar la exportación de tal excelente producción con una estrategia de mercado que hasta ahora no ha funcionado de manera acorde a las potencialidades que su calidad ofrece. No hablamos de política sino de mercado, de diplomacia comercial. En la UE hay diversos ejemplos de éxito que ponen el foco en la diversidad y en la variedad, como Burdeos que tiene 52 subdenominaciones, Borgoña con 96 o Champagne, entre otros ejemplos.

Con todo el respeto a la libre opinión y al prestigio profesional de quienes han asociado este movimiento a una estrategia “nacionalista”, cabría preguntarse si realmente hay un interés político en esta iniciativa o si se trata de un movimiento empresarial vinculado a factores como la promoción del vino por parte de pequeños productores.

¿Genera este movimiento, como se está afirmando, la “ruptura de la convivencia y del mestizaje a favor de una tendencia homogeneizadora”? ¿Vale todo argumento ocurrente para de paso criticar al nacionalismo institucional sin fundamento alguno?

La competitividad y supervivencia a largo plazo de las empresas industriales pasa por el éxito en los mercados globales, basada o anclada en una estrategia empresarial sólida. En esta época plena de incertidumbres económicas, sociales y políticas que nos toca vivir es recurrente el debate acerca de qué estrategia deben seguir nuestras empresas para subsistir: somos pequeños, es cierto, y esta característica inherente a nuestro país desde la que competir globalmente a nivel institucional, empresarial o en otros ámbitos puede parecer de inicio un handicap añadido. Sin embargo, las buenas prácticas de otros también pequeños territorios o naciones demuestran que puede convertirse a su vez en una buena oportunidad si se sabe gobernar y coordinar de forma correcta.

En efecto, el tamaño de una empresa, el de una organización o el de una institución ha de hacer lo necesario para ser eficiente y por ello no tiene por qué analizarse todo parámetro desde una vertiente o dimensión exclusivamente vertical o jerarquizada.

La pregunta clave es si todo debe resolverse de forma casi obsesiva atendiendo a factores cuantitativos y de tamaño o de dimensión. La clave es acertar con la estrategia que nos haga más eficientes y resistentes ante una realidad mundial tan compleja como la que nos toca vivir.