OR partes. Resulta que plan, había. Aunque en la alcaldía de Azpeitia -pese a las dos reuniones con la empresa y con las otras dos instituciones implicadas a las que asistió- y en EH Bildu negaran que hubiera un plan para reabrir Corrugados, será que se les había traspapelado. De todo el embrollo queda algo más que la posibilidad de que se pierda un proyecto industrial con varios centenares de puestos de trabajo asociados. Es más que evidente que, con toda legitimidad, se puede no querer un proyecto industrial en el municipio de uno. Lo más grave son los términos en los que se practica esa oposición. La lógica de que en mi pueblo no tenemos una tasa de paro tan elevada como para que mis votantes lo acepten. Así que mis vecinos de comarca ya se buscarán la vida. Y, mientras tanto, siempre se puede salir del perfil para zumbar a las instituciones que gobiernan otros. Que den soluciones. En el caso de Azpeitia, se ha llegado a manejar la "amenaza" de montar una consulta en el municipio para dotar de legitimidad la alcaldesa. Queda uno mucho mejor a favor de corriente que señalando la dirección en la que debe ir el agua. Este nuevo municipalismo de reino de taifa es anquilosante. No hay forma de construir un país ni una sociedad cohesionada desde la antipedagogía social en función de intereses locales. Nadie quiere molinos eólicos, industrias, tanatorios, gasolineras ni repetidores de telefonía cerca de casa. Los servicios, sí; pero en casa ajena. La utopía bucólica naturalista es una retórica enemiga de la propia sostenibilidad ambiental porque hace insostenible el bienestar de quienes deben ser aliados ante ese reto. Corrugar es dotar a una superficie lisa de estrías o resaltos de forma regular y conveniente para asegurar su inmovilidad. La estrategia de enroque municipal desmembra el concepto mismo de Euskal Herria. Con ella, EH Bildu lo está corrugando.