O digo yo que el protocolo sea lo fundamental a la hora de ejercer de máxima autoridad. Al menos no ese que obliga al pasamanos y el boato en actos más simbólicos que de fondo. Lo que sí parecería necesario es que se cumpla el debido respeto a las relaciones interinstitucionales. Pedro Sánchez tiene un tic que le brota del ombligo y que parece no atender a más realidad, agenda ni prioridad que la suya propia. Ayer visitó la Comunidad Foral en esa suerte de gira de grandes éxitos por llegar en que ha convertido su plan de reconstrucción y reactivación tras el impacto de la pandemia covid-19. No cabe duda de que su presidenta, María Chivite, como el de la Comunidad Valenciana la semana pasada, Ximo Puig, merecen toda la atención. Y tampoco que resulta mucho más amable y controlado visitar a los presidentes de tu partido que a los que te echan cuentas de tus aciertos y errores. Sánchez no ha encontrado momento aún de reunirse con los dos presidentes autonómicos elegidos este año: Iñigo Urkullu y Alberto Núñez Feijóo. Y tampoco ha atendido al protocolo que define que en la relación del Estado con el conjunto de las autonomías, el orden de antigüedad de estas determina que Euskadi va la primera y le siguen Catalunya y Galicia. Pero se ve que la vida en la Corte agranda el ombligo.