YA van quedando pocas fórmulas por testar en política y mucho más si se trata de la municipal, donde los intereses de los partidos acaban teniendo que acomodarse a las realidades locales. Cuando no es así, hay un coste. Le ha ocurrido al PP en Bastida, donde su candidato se olió que podía quedarse a dos velas por una victoria insuficiente y se decidió a hablar con sus vecinos haciendo abstracción de que eran concejales de EH Bildu. Su partido se lo prohibió y ahora ya no es alcalde. Los encuentros pactados con carácter general no han impedido en Euskadi y en el Estado una flexibilidad allí donde las ejecutivas de los partidos no han dictado la pauta. Es una realidad que los electos lo son ante todo frente a sus vecinos y esto suele dar lugar a complicidades que las siglas pueden no aplaudir pero que tampoco pueden ignorar. Otra cosa es que, dentro del maremágnum de quinielas y sumas imposibles, haya algunas soluciones creativas que habrá que ver si se sostienen para la legislatura. Los pactos de PSOE y Ciudadanos en Albacete o Ciudad Real para repartirse alcaldías y pasarse el bastón a media legislatura es de esas soluciones. No son las únicas, pero sí algunas de las más llamativas. Y todas ellas tendrán que soportar la previsible distancia que sus partidos van a mantener en Madrid cuando, por fin, Sánchez se decida a materializar una estabilidad para su propio gobierno una vez que parece aclarado que no puede depender de los de Rivera. Y, si no, puestos a ser creativos, siempre les queda esa furgoneta de un bufete de Leganés que recorre la Comunidad de Madrid ofreciendo divorcios a 150 euros por cónyuge. Suena bastante chungo, pero si es efectivo...