DE acuerdo en que no acertó Jesús Eguiguren al elegir el concepto con el que describió a Josu Urrutikoetxea. Esas cosas pasan cuando piensas que el receptor está tan formado e informado como tú mismo. No creo que el expresidente del PSE hallara nada heroico en sus antecedentes cuando le calificó de “héroe de la retirada”. Discrepo de la necesidad de sus disculpas tras haber mediado la superficialidad y el ruinoso perfil político e intelectual de quienes se le echaron al cuello. José Antonio Urrutikoetxea practicó el terrorismo con la crueldad que solo la convicción ciega puede alumbrar. Y también acreditó el pragmatismo de entender que ETA no podría ser una estructura eterna. Ni cuando creía ser capaz de ganar el pulso al Estado ni cuando supo que lo había perdido. No se le conoce reflexión ética sobre la convivencia en democracia y la desaprobación de la violencia que justifique aprender nada de su ejemplo y sí la frialdad con la que, hasta el final, quiso salvar la cara a la historia de ETA en un vano intento de justificar una vida, muchas vidas, entregadas a esas siglas. Pero dicho esto, el calificativo de “héroe de la retirada” debe entenderse como lo que es: el personaje que toma conciencia de que el cambio de paradigma requiere de un proceso ordenado. Si acabó siéndolo, y podría ser, es lo contrario a la retórica revolucionaria que Urrutikoetxea y ETA alimentaron durante décadas. Adolfo Suárez pasó de secretario general de Falange Española a presidir la transición sin abjurar del franquismo. ¿Un “héroe de la retirada”? No se trata de comparar ambas figuras sino de reclamar calidad en la esgrima política porque liderar no es apacentar al rebaño.