El nuevo presidente de la potencia hegemónica parece tener una solución para terminar con la guerra palestino-israelí en breve. Desplazar a dos millones de palestinos de las tierras en las que siempre vivieron le parece a Donald Trump una solución ideal para traer la paz a esa región. Me temo que a los propios palestinos no les gusta esa opción. Tampoco creo que las víctimas del Holocausto hubiesen ido por su propio gusto a los campos de concentración. La crueldad, la ignorancia y la falta de empatía van a coronar su reinado.

Exhaustos, hambrientos, huérfanos, más de trescientos mil palestinos transportan estos días sus pocos enseres a través de un paisaje de destrucción masiva. Vuelven a sus antiguos hogares y solo la alegría del retorno a casa les aleja del parecido con una multitud de zombies desplazada al sitio más inhóspito del mundo. La tregua –que no la paz– ha llegado. No ha sido fácil y ahora su continuación pende de hilos demasiado débiles, entre ellos la postura de la nueva administración en los Estados Unidos.

Han sido casi dieciséis meses de genocidio en los que el mundo ha mirado sin querer ver como ya antes lo hizo con el Holocausto. La masacre contra la población palestina de Gaza se desencadenó como represalia por los atentados terroristas y secuestros llevados a cabo por Hamás el 7 de octubre de 2023. Desde entonces, escuelas, hospitales y bombardeos sobre muchedumbres hambrientas han sido el denominador común de una guerra ideada para infringir el mayor sufrimiento posible y diezmar la población civil. El número de muertos excede los 47.000 según las organizaciones internacionales. Pocas horas antes de comenzar la tregua Israel bombardeó con más saña aún a los civiles palestinos.

Ahora, la geografía del sufrimiento se ha extendido. En Cisjordania, donde no existen rehenes y cuyo territorio está administrado por la Autoridad Nacional Palestina, opuesta políticamente a Hamás, la represión del ejército israelí sobre los ciudadanos ha aumentado considerablemente. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, cuyo gobierno está sustentado por fuerzas de ultraderecha, quiere disipar cualquier manifestación de debilidad ante sus socios de gobierno y está optando por la línea más dura. Tras la firma de la tregua el número de muertos por disparos del ejército israelí ha ido en aumento en Cisjordania.

António Guterres, secretario general de la ONU, ha declarado que “ existe la posibilidad de que los éxitos militares de Israel le lleven a creer que es el momento de anexionarse Cisjordania al tiempo que mantiene Gaza en una especie de limbo”. No son las palabras de un izquierdista exaltado y antisionista, como gusta decir a la derecha más reaccionaria, son las palabras de la máxima autoridad de la Naciones Unidas.

En su primer mandato, el presidente Trump nombró a Elise Stefanik, embajadora en Naciones Unidas. La embajadora estadounidense, ante la estupefacción de los presentes afirmó que “según el derecho bíblico” toda Cisjordania era parte de Israel. Era indicativo de por dónde irían las cosas, ¿no?

Y cuál es el papel de la nueva administración americana se preguntarán algunos. ¿Será que Donald Trump quiere el premio Nobel de la Paz, como han dejado entrever algunos medios estadounidenses? No lo creo, aunque antes ya se lo concedieron a notables pacifistas como Henry Kissinger.

A Donald Trump le ha salido el especulador inmobiliario que lleva dentro y ha subrayado que Gaza es un lugar muy bonito con vistas al mar y con buen clima en el que se podrían hacer cosas verdaderamente extraordinarias, claro, pero sin los palestinos que habría que desplazar a Egipto o a Jordania. He leído que los ultraderechistas israelíes están bendiciendo a Trump por sus desvelos. No me extrañaría si está brillante idea ha sido la razón fundamental para que Netanyahu haya accedido a firmar la tregua a la que tantas objeciones había puesto anteriormente.

La indiferencia de Trump ante el sufrimiento de millones de personas no parece ser de ahora, pero apoyar la limpieza étnica de un pueblo al que le han despojado de su tierra es un acto de una crueldad casi impensable. Bueno, se me olvidaba; antes, dos siglos atrás, ya lo hicieron con los propios indígenas de su país. Me pregunto si también tendrá algún plan para trasladar a estos a otros países.