"Papá, ayúdame”. Posiblemente fueron las mismas palabras que dijo el joven Rodolfo a su padre, Sancho Gracia. Con 19 años se había convertido en papá.
- Hijo, eres responsable de él para siempre.
- Lo sé y nada mas tenerle en brazos, sentí que Daniel era carne de mi carne.
Así empezó una historia con final trágico.
El abuelo, Sancho Gracia-Curro Jiménez, buen actor y considerado en la cima del cine, nunca vivió ningún escándalo. Su hijo, Rodolfo, no se aprovechó del nombre de su padre. Lentamente fue forjando su carrera de éxitos y siempre le recordaremos como el atractivo Fernando el Católico de la serie Isabel, el inolvidable cura enamorado en La señora y el protagonista de la exitosa serie de La rueda del tiempo. Su feliz anonimato saltó a las primeras páginas de los periódicos inesperadamente. Se desconocía la vida que en Tailandia vivía su vástago, Daniel. Era un guapo vividor que, después de numerosas equivocaciones, había elegido ser cocinero. Estos detalles los supimos después de saber que el joven Daniel, hijo de Rodolfo Sancho -se recalcó la paternidad- había cortado en trocitos a su examante después de supuestamente matarlo. Con mil detalles escabrosos, vivimos el día a día de aquel suceso que ponía los pelos de punta. Con melena al viento y pinta de hippie, veíamos la misma imagen de un muchacho que parecía haber dejado la tabla de surf en la playa. Era imposible creer aquel crimen espantoso, pero el propio Daniel dio detalles de lo ocurrido delante de las cámaras y la policía tailandesa. Adoptó las posturas que había tenido el asesinado y poco a poco se fue desenrollando una verdad que nadie quería creer. Daniel había comprado en una ferretería una sierra, cuchillos, cuerdas y todo lo necesario para aquel cruel asesinato.
Escabroso
En un vídeo, de los más escabrosos de estos días, una abogada -sí, una abogada- contaba con todo lujo de detalles el macabro asesinato, sangre, más sangre y los diecisiete trozos en que se había encontrado el cadáver del asesinato. Detallaba los lugares, el tamaño de los pedazos, etc., etc., etc. Una pesadilla.
Cuando su padre, Rodolfo Sancho, salió en escena, vimos su cara triste y su valentía a la hora de enfrentarse a cámaras y micrófonos. Esta vez, no era por un premio cinematográfico o la presentación de su última película, esta vez era la de un padre que tiene que hacerse a la idea de que su hijo es un asesino. Desde aquel día, Rodolfo vivió los días más amargos de su existencia. Un horror. Su fortuna, grande o chica, se fue derramando en abogados españoles y tailandeses. En un mundo que desconocía, ni siquiera sabía una palabra del lenguaje con que le hablaban, veía lo ojos de su hijo:
“Papá, ayúdame”.
Sus palabras ante la prensa eran escuetas y descorazonadoras.
- Estoy destruido.
En su boca le ponían los micrófonos y él con educación miraba a otro lado, al oír preguntas absurdas. Qué va a hacer ahora. Se volvía a las cámaras para decir:
- Seguir luchando. Sobrevivir.
Cadena perpetua. Hacía tiempo que no oíamos ni leíamos esas dos palabras. Novelas negras, policiacas, películas amargas… Todo era mentira, aunque llorásemos de pena por los protagonistas. Daniel Sancho, era verdad.
El abuelo del joven era Curro Jiménez. La prensa del corazón y, también la mas seria, empezó a hilvanar un pasado de gloria con una actualidad de sangre. Todo se descolocó, en los periódicos salió hasta que había sido amante de Raquel Welch, una verdad a medias porque, la mujer más guapa del mundo, se quedó hipnotizada al conocer a Sancho Gracia. Su hijo siguió sus pasos con la misma gentileza del padre. Los periodistas que entrevistaron a ambos hablaban de su cordialidad, su simpatía y ese don de buena gente.
Ahora, todo parece que se hace polvo en un vacío de olvidos. Felizmente el bandolero de la Serranía de Ronda, no ha visto a su nieto encadenado. Murió en 2002 de cáncer.
“Papá, no me dejes”.
Las palabras de Daniel al conocer su sentencia siguen resonando en la cabeza de Rodolfo Sancho. Por ese hijo ha hecho lo que nunca hubiera pensado. Entrevistas pagadas, una miniserie, lo que fuera necesario para poder costear la “inocencia” de su hijo. Así ha ido invirtiendo dinero en la defensa de su hijo, concediendo exclusivas, algo que nunca hubiera hecho, ni él, ni su abuelo. Pero… para sobrevivir, el famoso rey Católico en la serie televisiva ha tenido que vender su intimidad. En una miniserie, que nunca hubiera querido promocionar, confiesa sus tristezas y angustias, de abogado en abogado, cuentas millonarias inasequibles para él, por la libertad de su hijo.
“Papá, ayúdame”.
El actor sigue escuchando esta exclamación cuando a su hijo le condenaron a cadena perpetua. Daniel lloró y Rodolfo mantuvo su entereza con alguna lágrima traviesa que se le escapó del los ojos al conocer la sentencia. Y ahora qué, le preguntaban numerosos periodistas inconscientes, pues ahora qué…
-Ahora -dijo- sobrevivir.
Día y noche
El daño está hecho. Rodolfo Sancho siempre será el padre de un asesino. Su abuelo, en el balneario de Mondariz, tenía una escultura preciosa con su busto y su caballo Alazán. Era un cliente muy querido, pasaba muchos días en Mondariz, sintiéndose feliz y anónimo. El pueblo de Mondariz le quería, sabían de su sonrisa franca y su naturalidad. Cuando murió, en aquel municipio pensaron que recordaría para siempre al bandolero irreal que había recorrido el mundo a lomos de su caballo, con una escultura. Una escultura que tenía, porque ya no la tiene. El mismo día que a su nieto le condenaron a cadena perpetua, la escultura, que estaba rodeada de flores, apareció llena de pintura roja. En este momento, la están limpiando, aunque el impresentable que lo hizo, quizás repita su faena, como si fuera una firma de gloria que vilipendiaba a toda la familia. El busto de Curro Jiménez volverá a ocupar, aún con mas cariño, el sitio que había ganado con su señorío.
“Papá, ayúdame”.
Rodolfo Sancho es lo que escucha continuamente de día y de noche. El llanto de su hijo y la imposibilidad de poder volver atrás el tiempo, como en la serie protagonizada por él, y cambiar el angustiado hoy. No sé qué palabras poner. En la película de Oliver Stone Un domingo cualquiera, (he buscado la cita que recordaba vagamente) Al Pacino dice: “No sé qué decir en realidad. Tres minutos para la mayor batalla de nuestra vida profesional. Todo se reduce a hoy. O nos curamos como equipo o nos desmoronamos. Jugada a jugada, pulgada a pulgada hasta el final. Ahora, estamos en el infierno. Creedme y, o nos salvamos aquí, dejándonos machacar o, luchamos por volver a la luz”. Esto no es un partido de futbol americano, los Skarks, donde el equipo había perdido y tenía que volver a recuperar su puesto. Esto es mucho mas fuerte y determinante. No se puede pisotear el pasado de Sancho Gracia, ni el futuro de su hijo Rodolfo Sancho. Daniel Sancho ha decidido equivocarse con el tiempo que le había dado Dios, los dioses, el universo…yo qué sé.