EL 8 de marzo de este año escuché perpleja a quien fuera consejera del Gobierno de Ibarretxe, Nuria López de Gereñu, contar cómo, recién llegada al cargo, un periodista le preguntó si ella había sido elegida para dirigir Transportes y Obras Públicas más o menos para cumplir la cuota de paridad marcada por el lehendakari ante la sociedad. Pasados tantos años todavía lo contaba indignada. Vaya -pensé-, hasta me estoy indignando yo, así que tú tienes todo el derecho, le animé mentalmente a la vez que lamentaba cómo mi profesión es capaz de alabar y echar por tierra a la vez la causa feminista. La anécdota volvió a mi memoria cuando, esta pasada campaña del 28 de mayo, escuché de nuevo a algunos periodistas hablar de la “impostura” del PNV a la hora de presentar a mujeres en sus planchas electorales. Vaya -pensé de nuevo-, escuchar algo así seguramente está generando la misma indignación que expresó el 8-M Nuria López de Gereñu. Entre una indignación y otra (que supe después ha existido) han pasado la friolera de dos décadas y seguimos en lo mismo. Desconozco si el problema son las mujeres que forman parte del PNV, a las que se les cuestiona su valía en ocasiones con una vergonzante ligereza, o el objetivo es poner en entredicho la estrategia de igualdad de la formación jeltzale y ellas son daños colaterales. Nuria López de Gereñu formó parte de un ejecutivo compuesto por seis hombres y cinco mujeres. De esa “impostura” jeltzale dirimen hoy los designios de Bizkaia Elixabete Etxanobe; y Gipuzkoa Eider Mendoza. Otras tantas lo hacen bajo las mismas siglas en ayuntamientos de todos los tamaños en nuestro país. Hay que tener cuidado con lo que se dice. El tiempo actual parece que todo lo permite, cuando no es así. Eso es un ejercicio de impostura, que no es otra cosa que llevar al engaño con apariencia de verdad a la sociedad. Aunque sea también desde mi profesión, lo que lamento profundamente.
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