Falso poliamor
Estos días me acuerdo mucho del poliamor promulgado por Arnaldo Otegi hace año y medio. Recuerdo cómo intentó echar la caña, por seguir con términos modernos, al PSE para, aún reconociendo el mismo que las alianzas a corto plazo con los socialistas son difíciles, abrir una puerta a quererse en un futuro. El 20 de octubre de 2011 ETA anunció el cese definitivo de su actividad. Hoy, seguimos a vueltas con la mezcla interesada de sus víctimas y victimarios. Último ejemplo, la web del ayuntamiento de Galdakao. Durante estos días no hemos escuchado ni una palabra de la izquierda abertzale sobre lo sucedido. Y entonces me acuerdo del poliamor de Arnaldo Otegi. Y giro mi pensamiento al PSE, comandado por Eneko Andueza. Y pienso en cómo el tiempo, cuando todo está en calma, parece permitir nuevas oportunidades políticas en nuestro país para, a renglón seguido, recordarnos con noticias como la de Galdakao que no podemos permitirnos el lujo de dejar pasar página tan felizmente a aquellos que permitieron un dolor y sufrimiento injusto que no ha sido ni reconocido ni rechazado/condenado/lamentado. El poliamor promulgado por Arnaldo Otegi fue un canto de sirenas y lo sigue siendo hoy porque es una trampa. A la declaración de 2021 de Aiete -“sentimos mucho su dolor. Nunca se debió haber producido”, dijo Otegi a las víctimas de ETA con una vergonzosa omisión a que todo fue injusto- le falta años después mucha implicación real y le sobra marketing en forma de acuerdos en Madrid, ertzainas y empresarios militantes y apoyos puntuales para hacer posibles presupuestos o gobernabilidad en Irun o Eibar. Pero la pelota no está en el tejado de EH Bildu, sino en el del PSE. ¿Es posible el poliamor en un país donde quien busca ser alternativa política al PNV ve que víctimas y victimarios merecen la misma consideración?. ¿Es posible quererse dejando atrás todo lo demás?. Si edulcoramos tal posibilidad perderemos, seguro, nuestra memoria.